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Lébed teme que el fraude le robe hoy su victoria electoral en Siberia

El general retirado Alexandr Lébed, de 48 años, teme que el partido del poder en Rusia no se detendrá ante nada, ni siquiera el fraude descarado , para impedir que hoy sea elegido gobernador de la gigantesca región siberiana de Krasnoyarsk, lo que le proyectaría como uno de los favoritos para conquistar el Kremlin en el 2000.

En este inmenso territorio del tamaño de casi cinco Españas, que insiste con su nieve y sus temperaturas bajo cero en no enterarse de que ha llegado la primavera, el hombre que detuvo la espantosa sangría de Chechenia está a punto de superar la marginación a que se le sometió desde que Borís Yeltsin le expulsó del poder en 1996 tras utilizarle para ganar su reelección.En la primera vuelta, celebrada el pasado 26 de abril, dos días después de que Yeltsin quebrase la voluntad de la Duma e impusiera a Serguéi Kiriyenko como primer ministro, Lébed rompió todos los pronósticos al conseguir el 45% de los votos emitidos, 10 puntos por encima de quien parecía indiscutible favorito, el actual gobernador Valeri Zúbov. Éste ha contado con el apoyo, el dinero y la influencia de personajes tan dispares como el alcalde de Moscú, el presidenciable Yuri Luzhkov; el líder comunista Guennadi Ziugánov; el ultranacionalista Vladímir Zhirinovski, e incluso el mismo presidente Yeltsin. Lo que ha ocurrido durante las últimas semanas en esta inhóspita y gigantesca región siberiana, es algo que tendrá que observarse en los próximos años con gran atención si Lébed logra convertirse en presidente de Rusia, el país más grande del mundo y la segunda potencia militar del planeta.

En las últimas semanas, este carismático general retirado ha desarrollado una actividad frenética para contrarrestrar la inclinación descarada de la mayoría de los medios de comunicación locales en favor de Zúbov. A costa de dormir una media de tres horas diarias, Lébed ha viajado a los confines del océano Ártico y las cercanías de la frontera con Mongolia, ha visitado 130 localidades y ha tenido contacto directo con más de 130.000 personas, que han llenado con sus peticiones un enorme saco cuyo contenido está siendo estudiado ahora por un equipo de asesores.

Sólo dos personas del equipo han podido resistir este ritmo, que ha dejado en la cuneta a pilotos, chóferes y guardaespaldas: el propio Lébed y su portavoz y jefe de prensa Vladímir Lakushenko, un enamorado de España cuya afición al buen vino de Rioja rivaliza con su capacidad para ingerir vodka sin dejarse derrumbar por sus demoledores efectos.

Durante la campaña ha habido de todo, desde la presencia de famosos, como el actor francés Alain Delon (en el bando de Lébed) y la estrella del pop Ala Pugachoba (que apoya a Zúbov), hasta el juego sucio que, por apenas mil pesetas, hacía que numerosas personas abandonasen ostensiblente los mítines del general o planteasen preguntas envenenadas.

Lébed ignoró las acusaciones de estar vendido a los banqueros de Moscú, a Israel, a la masonería internacional y a la mafia. Sabe que en el otro bando hay mucho que ocultar. Su gran temor es que utilice cualquier medio, lícito o no, para impedir hoy su victoria.

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