De carreras por la vida
Joan Garriga ha vivido a toda velocidad. Casi todo lo suyo ha sido una carrera, y casi siempre vestido de perdedor. 1988 le marcó para siempre. Aquel año se proclamó subcampeón del mundo de 250 cc, después de una temporada intensa de combate, dentro y fuera de la pista, con su enemigo Sito Pons. La victoria de éste supuso un duro golpe para Garriga, que no encajó una derrota apretada, teñida en realidad de éxito, pues para muchos él fue rey sin corona. Su Yamaha era inferior a la Honda de Pons y sólo su habilidad y coraje le permitieron tutear al listísimo Sito.A partir de ahí se inició su declive. En lo humano y en lo deportivo. Su atrevimiento sobre el asfalto fue convirtiéndose poco a poco en una huida hacia delante, mientras todo se descontrolaba a su alrededor. Con las mujeres fue un desastre, lo mismo que en lo económico -dilapidó una fortuna en pocos años-, y profesionalmente nada fue como antes. "Hace tiempo que sabíamos que tenía problemas. Se veía venir un final triste", comentaba ayer la gente del mundo de las motos.
Sin embargo, nadie habla mal de Joan Garriga. "Es buen tío", dijo Alberto Puig. "Lo sé por experiencia propia". En una ocasión le prestó dinero para poder correr. Otros prefirieron no hablar demasiado, impactados por lo ocurrido, como José Antonio Vidal, uno de sus mecánicos de toda la vida. "Es una pena", dijeron Ángel Nieto y Sito Pons, expresando el sentir colectivo de la motocicleta.
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