"El bálsamo para vivir en la gran ciudad es recuperar la memoria"
Estamos ante un escritor profesional, de 42 años, de aspecto frágil, pero de dudas firmes. Es un hombre acostumbrado a conversar y reflexionar. Gallego de Santiago de Compostela, "ciudad extraña, de poder", dice, Suso de Toro creció en el seno de una familia en la cual los únicos libros existentes fueron "el carné de familia numerosa y el libro de familia", señala. Empero, a los 16 años comenzó a leer apasionadamente y también a hacer sus primeras incursiones literarias. Lector apasionado de Hölderlin, de Joyce y Beckett, conocedor de Walter Benjamin, Adorno y Marcuse, antes de consagrarse profesionalmente a escribir, hace tres años, estudió geografía e historia, amén de arte, aunque trabajó algunos años detrás de un mostrador. Considera que el de los camareros es un trabajo muy literario, "porque ellos, igual que los escritores, son obligadamente mirones profesionales". Acude hoy a Madrid a presentar su última novela, Calzados Lola, que culmina una vida literaria intensa, donde la narración y el ensayo han ocupado lugares centrales. Busca, con la literatura, las raíces de la individualidad, como itinerario hacia la recuperación de una memoria imprescindible cuya ruina, asegura, le impidió a él y a su generación averiguar las claves para vivir con plenitud.Pregunta. ¿En qué consiste su libro?
Respuesta. Es una novela, con sus personajes, argumento y ambientes, por debajo de los cuales existe una cifra mítica y trágica que permanece oculta.
P. ¿Qué ofrece al lector?
R. En esta novela me comprometo con él a contarle una historia mía y suya, narrada en nuestros días, sobre gentes como él y como yo. Se trata de un joven que trabaja en Madrid y, a la muerte de su madre suicida, regresa hacia su pasado en un pueblecito de la costa gallega.
P. ¿Qué papel desempeña Madrid?
R. Él escucha aquí el rumor grave, lento y perpetuo de su mar, en contraste con el desarraigo y el frenesí histérico y desmemoriado de la gran ciudad.
P. ¿Existe algún bálsamo para combatir esos males?
R. Sí. La solución es recuperar la memoria.
P. ¿Hay un camino, no retrógrado, para reconquistar la memoria?
R. Lo hay. Se trata de convertir ese retorno en una crisis propia, en un abrirse en canal para encontrar la identidad y el sentido. Mi generación sepultó en las ruinas todo el pasado, estigmatizado como burgués, y perdió la referencia de la continuidad. Lo bárbaro se hizo sinónimo de lo moderno. Hay que pactar con la realidad, sin abdicar del deseo de querer cambiarla.
P. ¿Se puede cambiar la realidad con la literatura?
R. No lo creo. La literatura es una comunicación individualizada. Lo que la hace realmente fuerte es el lector solitario.
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