Triunfo y derrota de Bosman
El jugador que cambió el mercado futbolístico recibe un modesto homenaje en Lille
Pendiente de un litigio con la Federación Belga que podría reportarle una indemnización millonaria por no haber podido ejercer su oficio de futbolista durante varios años, Jean-Marc Bosman recibió ayer un homenaje en Lille (noroeste de Francia), en un partido organizado por la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP). El encuentro, que apenas tuvo repercusión pública, tenía por objeto recaudar dinero para el jugador que ha cambiado el mercado del fútbol en Europa, un giro colosal que se ha cobrado una víctima: el propio Bosman, afectado por una presión que le condujo a la ruptura de su matrimonio, a problemas con la bebida y a una modestísima existencia en la casa de sus padres en un barrio de Lieja.Ayer mismo, Bosman declaraba a un diario belga que la federación de su país le había ofrecido una buena cantidad de dinero si desistía de sus demandas, pero que él, tenaz en la defensa de sus derechos, la ha rechazado «porque ya es demasiado tarde».
Este futbolista, que un día pareció un juvenil destinado a la gloria, pretendió buscar en 1989 un poco de gloria en el Dunkerque, un equipo francés de Segunda División. El jugador se había agostado en el Lieja, después de una carrera frustrante, sin duda alejada de las expectativas que había creado como juvenil. Terminado su contrato, fichó por el Dunkerque, pero el traspaso nunca se concretó. El Lieja pidió una compensación económica por la transferencia de los derechos del jugador, que tomó una decisión desconocida en el fútbol: demandó al club belga ante los tribunales ordinarios de justicia.
Aquel asunto, que parecía menor y como tal se tomó en los organismos futbolísticos afectados -el Lieja, la Federación Belga y la UEFA-, se convirtió en la batalla que cambió las reglas del mercado. El 15 de diciembre de 1995, después de un proceso que se prolongó durante seis años, el Tribunal de Justicia de la UE declaró ilegales los derechos de indemnización por los jugadores que habían terminado sus contratos. La sentencia fue más lejos y alcanzó consencuencias mayores: los jugadores de la Unión Europea podrían jugar en cualquier país comunitario sin tener la condición de extranjeros. El seísmo en el mundo del fútbol fue estreme cedor.
Nada es igual tras la sentencia Bosman. Los equipos de las principales ligas europeas están atestados de futbolistas procedentes de otros países de la UE. El dinero corre como nunca por el fútbol. Los contratos alcanzan cifras mareantes. Son días gloriosos para los jugadores. Pero para Bosman nada ha cambiado. Hay un cierto resentimiento en Bosman contra el mundo del fútbol, insolidario con el hombre que se lanzó a una aventura que apenas encontró eco entre sus colegas. Ni durante el larguísimo proceso legal ni después de la resolución del Tribunal Europeo. Podía esperar el rechazo de las federaciones o el silencio de los clubes, pero le resulta terrible la indiferencia de los jugadores que se han beneficiado de su batalla legal.
Hace un año, la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales -un sindicato que atraviesa un delicado periodo embrionario- pretendió realizar un partido de homenaje a Bosman en Barcelona. Las trabas de la Federación Española fueron tan grandes que los organizadores tuvieron que eliminar cualquier alusión al jugador belga, que ni tan siquiera apareció en el encuentro.
Hijo de un minero y de una emigrante yugoslava, Bosman ha regresado a la casa de sus padres. Los conflictos han superado las pequeñas satisfacciones económicas que ha recibido durante los últimos nueve años. De joven llegó a ser considerado como la gran esperanza del fútbol belga, en el mismo plano que el famoso Enzo Scifo. Pero en 1982, su club, el Standard de Lieja, compró el último partido de Liga. El escándalo acabó con la reputación del Standard y con la carrera de la mayoría de sus jugadores.
Bosman desembocó en el Lieja, el otro equipo de la ciudad, y quiso buscar un poco de fortuna en el Dunkerque. Alcanzó la gloria de una sentencia histórica, pero apenas vio un franco. Se dice que casi en vísperas de la resolución del Tribunal de Luxemburgo, la UEFA la ofreció 200 millones de pesetas por retirar su demanda. Y también se dice que a Bosman le costó rechazarla. Aquél era un momento para la dignidad, no para el dinero.
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