Un contrapoder
La lucha por los derechos humanos es un combate demasiado importante para dejarlo en manos de los Gobiernos. Digan lo que digan, (...) los Estados nunca han sido, ni son, ni serán realmente creíbles cuando se trata de defender los derechos humanos de los demás. Cada vez más presionados por la opinión pública, (...) cada vez más interpelados por todo tipo de organizaciones no gubernamentales, se ven obligados a tomar en cuenta el respeto a los derechos humanos en su diplomacia. Pero lo hacen obligados, forzados, como a despecho. (...) Pueden reagruparse bajo bandera humanitaria, o de lucha por los derechos humanos. Incluso entonces tenemos que desconfiar. (...) Los derechos humanos tienen y tendrán durante mucho tiempo dos enemigos en la diplomacia: los intereses reales o supuestos de los Estados preocupados por los derechos humanos, y la sacrosanta soberanía nacional. Por lo que se producen comportamientos variables de los primeros hacia los segundos. Según sean poderosos o miserables... Por esto, China explota con maestría estas contradicciones para imponer sus valores asiáticos a occidentales dispuestos a abandonar toda injerencia a cambio de contratos. No dudemos: la cobardía de Estados virtuosos no tendría límites sin la vigilancia de organizaciones tales como la Liga de los Derechos Humanos, verdadero contrapoder planetario, lo que son de hecho.
, 8 de mayo
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