Contra el fascismo
Sé que los ciudadanos están acostumbrados a oír en boca de los políticos duras palabras y sentidas condenas contra los terroristas cuando tenemos delante el cuerpo caliente de una nueva víctima. Igual que lo están a vernos debatir, sobre el fuero y el huevo cuatro días más tarde, sin importarnos nada de lo que dijimos y/o sentimos (?) la víspera.Sí, los ciudadanos están acostumbrados. Pero costumbre no significa, afortunadamente, resignación. Si algo ha cambiado en esta sociedad es que la resignación ha dado paso al cabreo. Los ciudadanos están perplejos, confundidos y hasta hartos en según que momento. No soportan la ambigüedad, no soportan la palabrería, no soportan la cobardía de quienes se protegen de los malos tras actitudes aparentemente bienintencionadas y dialogantes. Saben de sobra que algunos políticos, algunos jueces, algunos curas, algunos intelectuales han encontrado en la comprensión y la mano tendida a los que nos matan una curiosa y rastrera forma de "pagar" el impuesto revolucionario.
Aunque haya algunos politiquillos empeñados en decir lo contrario, creo que la inmensa mayoría de los vascos está a punto de tomarles el relevo. Hace unos años, esos mismos ciudadanos tenían en los partidos del pacto de Ajuria Enea un referente claro. Por mucho que los nacionalistas se empeñasen en repetir su particular concepción de ese acuerdo, para los vascos todos -los malos incluidos- el pacto era, como no podía ser menos, un frente contra ETA. -¿Qué es la normalización política de un país, cuando en el mismo anida el fascismo, sino acabar con él?- Y, a los etarras y sus colegas eso les hacía daño y a los demás, o sea, a la mayoría del pueblo liso y llano, nos encantaba.
Luego llegó una época en la que ETA empezó a estar más débil, y algunos de los del pacto más preocupados. Una época en la que algunos empezaron a estar temerosos de que, en estas circunstancias, su proyecto nacionalista-democrático de país empezara a correr riesgos. Algunos, de esos mismos, empezaron a sentir que el rechazo social al terrorismo podía pasarles factura también a ellos.
Por eso, en vez de armarse de valor y reforzar la unidad de los demócratas endureciendo la respuesta a los terroristas, se armaron de cinismo y de cobardía y declararon que, para acabar con el terrorismo -la violencia, lo llaman ellos- había que declararse derrotados. Y así empezamos a caminar por esta senda en la que una siente a veces vergüenza ajena.
Y, un día tras otro -excepción hecha, y no siempre, de los días en que hay funeral-, oímos decir que hay que hablar "con todos, de todo y todos los días", que los del Foro de Ermua somos anti-nacionalistas que o aceptamos la rendición o no queremos la paz...
Voy a decir algo que quizá no sea políticamente ortodoxo: quienes no quieren la paz son ellos, los que están dispuestos a ceder algo más importante que la paz para no arriesgar réditos políticos. Sí, porque ya está bien de erigirse en "defensores de la paz" mientras les mandan recados de amistad a quienes nos matan. Quienes así actúan parecen olvidar que el bien supremo, lo único que nunca nos dejaremos arrebatar, es la democracia. Porque someternos al fascismo no nos llevará nunca a la paz. Nos llevaría a la guerra de verdad, a la guerra entre quienes no estamos dispuestos a renunciar a la democracia contra estos fascistas que se llaman vascos y merecerían ser juzgados como el gran nazi al que emulan.
¿Tan difícil resulta para algunos nacionalistas entender que los vascos no vamos a aceptar nunca más otra dictadura? ¿Tan difícil les resulta comprender que ni con Franco ni con éstos aceptaremos la rendición sin pelear?
Quizá, de tanto obviar la pluralidad y el profundo sentido democrático de este pueblo han llegado a creer que aceptaremos cualquier cosa, como ellos. Pues no. Nos ha costado mucho vivir en democracia, nos ha costado mucho ofrecer un futuro de libertades a nuestros hijos, nos ha costado mucho sentirnos orgullosos de pertenecer a un País que se llama Euskadi y que está en esta España democrática que hoy ha vuelto a ser respetada en el mundo. Demasiado como para que volvamos ahora a la vergüenza del pasado.
Por eso conviene que digamos bien alto -y yo lo quiero decir- a esos "bienintencionados" mediadores que no comercien con lo que no es suyo. Que la democracia no está en venta. Y si no tienen valor para enfrentarse, y si sólo piensan en los votos que pueden perder si lo hacen, que se queden en casa y se dediquen a otra cosa. Porque este pueblo vasco al que representan y dicen defender desde la consideración hacia quienes nos matan es un pueblo sensato y pacífico, pero es también un pueblo de rebeldes. Y no es la primera vez que se ha rebelado contra la injusticia y por defender su libertad. Ojalá que esa rebelión no vuelva a ser necesaria; pero si lo fuera, ojalá no les coja a estos buenos de los que hablaba mezclados con los malos.
Y un apunte para estos últimos, unas palabras para los asesinos. Este pueblo -vosotros no lo sabéis porque no formáis parte de él- es generoso y solidario. Es un viejo pueblo amable y paciente. Es también un pueblo orgulloso, capaz de cualquier cosa por defender lo que considera patrimonio de todos. Ha dado, respecto de vosotros, sobradas muestras de generosidad. Pero está llegando a su fin. No sé cuando, pero yo creo que pronto, la mayoría de los vascos dirá algo que yo ya pienso: se acabó. Se acabó la generosidad, se acabó la mano tendida, se acabó la impunidad. El que quiera sumarse a nuestro proyecto de convivencia, que lo haga ya. El que siga matando, que sepa que para él no habrá misericordia.
Porque, habéis de saber que llegará un día en que no será gratis matar. Llegará un día en que os haremos perder la esperanza. Llegará un día en que todos comprenderéis, los que seguís matando y los que seguís mudos -a veces forzosamente mudos- en las cárceles, que se acabó el espacio para el perdón. Y no será porque nos hayamos vuelto rencorosos. Será porque habremos comprendido que sólo cuando perdáis la esperanza de vencer a la democracia, sólo cuando perdáis la esperanza de que cuando dejéis de matar todos volverán a casa, sólo ese día dejaréis de reclutar asesinos. Y ese día, cada vez más cercano, os vamos a derrotar.
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