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CLÁSICA

Expresividad elegante

Dentro del ciclo de la Universidad Complutense, actuó anoche la pianista Bella Davidovich (Baku, 1928), que ganó en 1949 el premio Chopin de Varsovia, ex aequo con Halina Czerny-Stefanska. Precisamente fue el segundo concierto de Chopin, la obra interpretada por la pianista con la orquesta de Irlanda del Norte, dirigida por Dimitri Sitkovetsky.Triunfó la Davidovich con su limpio mecanismo, la belleza de su sonido y una expresividad severa y elegante. El canto del largueto o los quiebros rítmicos del Final encontraron en la intérprete gracia suma y excelente acentuación. Dentro de la poca importancia sinfónica del acompañamiento, los músicos irlandeses y su maestro la situaron en la línea conceptual de la pianista. Largas ovaciones subrayaron la interpretación.

Antes programaron una página española perdida en el desván del tiempo: la obertura Concepción, del barcelonés Gabriel Balart (1824-1893). Fue un músico preparado que cultivó todos los géneros desde el cuarteto a la zarzuela y piezas menores y enseñó en el conservatorio del Liceo. Discípulos suyos fueron Nicolau, Power, Bau o Mario Calado. Sin embargo, sus composiciones, de buena factura, no parecen de urgente recuperación; se mueven en un romanticismo italianizante y tardío no compensado por un impulso genial.

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