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Garzas imperiales en adopción

Alejandro Bolaños

Cuando crezcan, no podrán decir que tuvieron una infancia infeliz, siempre buscando qué llevarse a la boca o, mejor dicho, al pico. Cada dos horas, celebran un festín particular de pescado. Los polluelos de garza imperial son así: un único plato, pero contundente. La manera frenética en la que se lanzan sobre las pinzas que acercan los trozos del manjar parece indicar que tampoco extrañan en demasía a sus progenitores. Ningún rechazo a sus nuevos padres, tres estudiantes que se han ofrecido voluntarios para colmarlos de mimos y cuidados. Las cuatro pequeñas garzas imperiales, una suerte de gremlins con demasiada cabeza para mantener el equilibrio, apenas llevan dos días fuera del cascarón. Ahora están confortablemente apelotonadas en un nido artificial, en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Parque Nacional de Doñana. Allí llegaron, en forma de huevo, tras un apresurado viaje desde su hogar, el Lucio del Cangrejo, el día del desastre. "Dos horas de viaje por el camino del Coto del Rey, que está horrible", cuenta Pablo Pereito, biólogo del centro. La proximidad de la riada tóxica que vomitaba la presa de la mina de Aznalcóllar aconsejó el vaciado del agua que encharca normalmente el Lucio. Y los nidos de garzas, avocetas, cigüeñas y patos se quedaron sin su protección natural. Jabalíes y zorros acechaban y no había alternativa: se imponía secuestrar 800 huevos para salvar la nidada de este año. "Menos mal que han venido ellos, porque de aquí a unos días esto va a ser una locura", se congratula la veterinaria del centro, Celia Sánchez. Ellos son los primeros voluntarios que trabajan en la zona, coordinados por la Sociedad Española de Ornitología, (SEO). "En cuanto supimos del desastre en Doñana, llamamos a la asociación", dice Jesús Caballero, estudiante de 5º de Biología de la Universidad de Badajoz. Su compañero Pepe Abad, de 2º, consulta repetidamente el reloj para controlar las horas de comida de sus criaturas. "Es que no paran", aclara mientras rellena una inyección con formol y cloruro de sodio. "No sé muy bien para qué sirve" admite Pepe. "Para las necropsias" explica Jesús, que a fin de cuentas está a punto de acabar la carrera. El equipo lo completa Vicente González, también de 2º, que no para de cargar carretillas con arena para preparar la nueva residencia de las crías. "No sé muy bien como están las cosas, pero si hay plomo se va a quedar ahí mucho tiempo". Jesús es prudente al juzgar las dimensiones del desastre ecológico, pero sí cree que las administraciones "tardaron algo en movilizarse". Los que no paran son ellos. Y eso que, por ahora, sólo tienen que alimentar a una veintena de pollos de garza y una decena de pequeñas avocetas, amen de alguna cría de carabo, correlimos o aguiluchos que ya estaban en el centro. La perspectiva de 800 huevos eclosionando se antoja dantesca. "Al principio estábamos en cuadro" recuerda el biólogo Pereiro que tuvo que amontonar los huevos en la incubadora durante 24 horas, mientras traían nuevos aparatos. El equipo del centro ya tenía trabajo de sobra con reparar las averías de los inquilinos habituales de este "hospital de campaña". Celia Sánchez esgrime una nota con la lista de la compra que va a hacer en un hipermercado cercano: "Intentamos prepararnos para cuando vengan". La SEO eligió a estos estudiantes de Biología para ser los primeros voluntarios porque ya sabían como tratar a los pájaros. "El jueves tenemos que volvernos a Badajoz para anillar a nuestros rabilargos". Antes de irse, Vicente y sus compañeros explicarán al siguiente equipo como cuidar a una prole que amenaza con crecer exponencialmente. La asociación ecologista ha recibido más de 1.500 llamadas de personas que desean colaborar en minimizar los efectos del desastre en la fauna y flora de Doñana. "Estamos muy sorprendidos por cómo se está volcando la gente". agradece Clara Sánchez, en nombre de "todo el personal del Parque". Pereiro cree, que con la ayuda de los voluntarios, "saldrán adelante más de la mitad de las crías". Por lo pronto, los tres primeros padres adoptivos de los pollos se desviven por atender todos los caprichos de sus niños.

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