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Efemérides

JAVIER ELORRIETA Se concentran las celebraciones. Llegan los días señalados en esa especie de agenda para la historia y la memoria hecha de los acontecimientos de diferentes épocas sobrevenidos en el mismo día. Esos sucesos notables que se rememoran, pero sobre los cuales el recuerdo empieza a requerir un esfuerzo adicional para que no queden desdibujados, oscuros, irreales; tergiversados por deseos y novedosas necesidades iconográficas, por recursos exigidos a la simbología por las corrientes dominantes o de moda que requieren de otros mitos o el soporte de falsas premisas. A falta de mes y medio para que se cumpla el trigésimo aniversario de las palizas y torturas que recibí de la policía franquista antes de mi entrada en la cárcel, he intentado repasar, sin mayor finalidad que el simple hecho de darme cuenta que han pasado treinta años, aquel mítico 68 que empezó a hacer historia a partir del mes de las flores. Ese mes que concentraba en nuestro País gran parte de la vocación Mariana, y que a pesar del catálogo virginal tan surtido en la España nacional-católica se cantaba mucho a otra Virgen peninsular que bajó de los cielos el 13 de mayo en Cova de Iría. La única Virgen con vocación epistolar, que dejó tres cartas con renglones proféticos, que se desconoce si estaban escritos derecho o torcidos y quién los escribió. De ella nadie sugirió que fuera la patrona de Correos, aunque dada la situación postal sería recomendable echar unas preces en su advocación. Por la cosa de la esperanza milagrera, pues ya se sabe que nunca se sabe. El primero de Mayo del 68 hizo un día espléndido y jóvenes,poquitos en número, de diferentes ideologías de algo que se denominaba CC.OO. Juveniles se habían organizado para realizar saltos de manifestación en tres puntos diferentes de Bilbao porque aquel grito de "libertad, libertad" que se encrespaba y bramaba por los Jardines de Albia ya había quedado fijado en la poesía de Gabriel Aresti y no se estaba por dar facilidades a la policía de la dictadura. Qué tiempos donde la escrupulosidad con los bienes públicos y privados eran patrimonio de la rebeldía por la libertad y la justicia, cuando era impensable, a pesar de la dictadura, que pudieran surgir fanáticos que despreciaran tanto la vida humana y que se pervirtieran los valores que eran referencia y objeto de su lucha contra la dictadura. El primero de Mayo del año pasado el tiempo también fue espléndido y ya, cuando el derecho de manifestación ha llegado en su ejercicio a conseguir, en muchos casos, más crispación o indiferencia que solidaridad o ánimo, había, sólo en la autovía hacia Cantabria, más coches en apenas unos kilómetros en caravana, que manifestantes en todo el País Vasco. Es obvio que los tiempos han cambiado. Tal vez este año el cortejo haya sido algo mayor. Fenómeno sobre el que desconozco cómo opera tanto la climatología como la demanda de 35 horas semanales y el paro. Incluso el esfuerzo para incentivar el fenómeno local del nacional-sindicalismo del frente nacionalista de mi tocayo de apellido con los del apoyo a ETA, tan ajenos a aquellos viejos conceptos y valores del rojerío obrero de antaño. En Mayo también la conmemoración de la resistencia del pueblo de Bilbao, de la victoria de ese Bilbao liberal al absolutismo carlista. Y como todos los años la Sociedad El Sitio entrega el premio Libertades. Este año a María Teresa Castells, esa mujer donostiarra amante de la justicia, la cultura y el libro, cuyo gesto de firmeza frente a los enemigos de la libertad ha sido motivo de agresiones. A la persona que regenta ese establecimiento que viene siendo exponencial como reducto de civismo democrático frente a la intolerancia del tiempo pasado y del presente. El de los poquitos que cerraron en protesta contra el régimen de la dictadura por el juicio militar de Burgos y de los poquitos que lo mantienen abierto cuando al fascismo abertzale local se le ocurre que tienen que cerrar y atender sus caprichosas amenazas. Premio evidentemente indiscutible desde la perspectiva del coraje cívico y democrático. Se lo merece.

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