Barenboim triunfó en el Palau

Ayer por la tarde el Palau de la Música de Valencia registró un nuevo triunfo de Daniel Barenboim. La música de Franz Liszt, maravillosamente desgranada por los dedos del pianista argentino, fue el vehículo de este acontecimiento artístico, sin duda uno de los grandes momentos en la temporada del auditorio valenciano. Barenboim había actuado por primera vez en el Palau el 13 de diciembre de 1989, interpretando en aquella ocasión las Variaciones Goldberg de J.S. Bach. Volvió, el 8 de junio de 1993, al frente de la Orquesta Sinfónica de Chicago, e impuso entonces su magisterio como director supremo en dos sinfonías de Haydn y Bruckner. Pero el público de Valencia aún no había escuchado a Barenboim en el repertorio pianístico del Romanticismo, un campo en el cual la genialidad del artista porteño ha alcanzado una cima artística sólo comparable a la que en su tiempo lograron intérpretes legendarios como Rubinstein, Arrau o Gilels. Tanto los Años de Peregrinaje como la Sonata en si menor de Liszt pertenecen a un mundo estético muy próximo al ideario wagneriano de que la música, como obra de arte total, traduce sentimientos y vivencias del ser humano que únicamente pueden expresarse por medio de los sonidos. La grandiosa sonoridad de la orquesta wagneriana, bien conocida por Barenboim a través de su experiencia en el foso orquestal del teatro de los Festivales de Bayreuth, se hizo presente ayer en la interpretación de estas páginas pianísticas de Franz Liszt, donde el Barenboim director dejó la impronta de su fuerte personalidad como recreador de los dramas wagnerianos. Este pianismo orquestal de Liszt, tal como lo entiende Barenboim, subyugó al público del Palau de la Música llevando el entusiasmo que siempre despierta el divo hacia la realidad profunda del artista insobornablemente ligado a la expresión de la verdad musical. Un éxito sin paliativos.