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¡Socorro!

JOSEP TORRENT Un negocio de 3.800 millones de pesetas. Una empresa que redacta el estudio de viabilidad del negocio para la Generalitat. Un concurso que se adjudica con cuatro meses de retraso porque altos funcionarios de la administración autonómica sienten que los dedos se le hacen huéspedes cada vez que miran y remiran la oferta de alguna de las empresas que quieren hacerse con el negocio. Una diputada -de la oposición, claro- curiosona que quiere saber dónde está el contrato por el que una firma se comprometió a realizar el dichoso plan y la factura que acredite el pago por el trabajo. Un consejero -Joaquín Ripoll, claro- que prefiere darse un garbeo por las directrices europeas antes que confesar que el contrato, tal vez, sea una realidad virtual. Dicho lo cual, sobre la mesa quedan los siguientes hechos: El negocio de 3.800 millones, un contrato invisible, una empresa que establece qué es lo conveniente y una adjudicación a la sociedad que convirtió lo adecuado en necesario. En otras palabras: El Consell ha consentido que un Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como) se haga cargo del nuevo sistema de emergencias de la Comunidad Valenciana. Como tres cuartas partes de lo mismo ha ocurrido con el futuro aeropuerto de Castellón, habrá que empezar a pensar si en lugar de encontrarnos ante un hecho excepcional, nos hemos dado de bruces ante una norma establecida por el PP en las instituciones en las que gobierna. Consideración que, caso de confirmarse, sería más que suficiente para colapsar el 112 en el supuesto de que el teléfono de emergencias atendiera llamadas de socorro de ciudadanos escandalizados ante lo que tiene toda la pinta de ser algo más que un trato de favor. Claro que, ya puestos y habida cuenta de algún que otro antecedente, no estaría de más que el 112 habilitara una extensión que atendiera los sonrojos que produce, incluso entre el personal más afín a la causa popular, el amiguimismo administrativo, las arbitrariedades y las trapacerías e ineficacias que se observan. Serviría para que el personal, al menos, descargara sus inquietudes. ¡Socorro!

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