Un sueño
Quiero contarles un sueño, o más bien un espejismo del que fuimos objeto mi hijo de tres años y yo un día de este invierno pasado, en la línea número 5 del metro de Madrid (Aluche-Canillejas). Estábamos en el andén de la estación de Carabanchel esperando, como otros muchos días, el metro. Mi hijo me preguntó (a esas edades se pregunta de todo y hay que tener respuesta para todo) qué tipo de tren íbamos a coger, si viejo o nuevo. Le contesté que, desgraciadamente, había que temerse lo peor y esperar como siempre que fuera viejo, los nuevos están sin duda comprándolos, pero todavía no nos tocaba estrenarlos. Pero cuál no fue nuestra sorpresa cuando vemos pasar en la vía de enfrente, raudo y veloz, un tren nuevecito, reluciente, de ensueño, de los de última generación, con las ventanas cerradas, así no puede entrar en los vagones ni el frío ni la lluvia. Silencioso, bien iluminado, con los asientos ergonómicos, en fin, una maravilla de la tecnología puesta a disposición de los usuarios del metro. Pero pronto caí en la cuenta; ese tren iba vacío y los vagones llevaban pegados en sus laterales unos carteles que rezaban "tren en prueba". Desde entonces, cuando bajamos a coger el metro, esperamos con anhelo volver a ver, aunque sólo sea para verlos, un tren como el de aquel día, pero no ha vuelto a pasar ninguno como ése por allí. Los únicos que pasan son los de toda la vida, viejos, chatarrosos, ruidosos, unas neveras en invierno y unas calderas en verano, con las ventanas rotas por las que tenemos derecho a unas duchas de lluvia con secador incluido gratis cuando el tren sale a la superficie, unos asientos hechos para torturarnos las espaldas y donde leer es dejarse allí mismo algunas dioptrías en el momento.
De todas formas, nos consolamos pensando que otros tienen más suerte y pueden estar usando hoy de aquel tren en sus desplazamientos en metro; los de la línea número 5 tenemos que esperar aún.- .
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