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Senda de letras

Una nota de cultura en medio del frenesí consumista. Los visitantes del centro comercial Arturo Soria Plaza tienen ocasión hasta mañana, martes, de aderezar las compras con un paseo por la historia de la escritura y sus soportes, desde los pictogramas de la antigua Mesopotamia hasta el ordenador. La exposición Érase una vez la escritura cuenta con 19 vitrinas de objetos y textos explicativos, y en breve emprenderá periplo por 40 municipios de la región a través de la red Itiner. La aventura comienza en la prehistoria como simple curiosidad. A pocos metros aparecen los pictogramas de los sumerios (a base de rayaduras hechas en tabletas de arcilla), de quienes "se cree que inventaron la escritura a finales del IV milenio antes de nuestra era", según se apunta en la muestra. Y así, entre escaparate y escaparate de ropa o zapatos, el visitante se topa con otras vitrinas: el Egipto de los faraones (con papiros de los escribas y minirréplicas de dioses), el Extremo Oriente y sus primeros 40 signos (ahora, para leer la prensa, se necesita conocer más de 3.000 caracteres), los códices mayas de la América precolombina y el sánscrito del sureste asiático.

La etapa cumbre del itinerario llega con los fenicios y griegos, cuyo alfabeto contaba con 22 caracteres. Este alfabeto es uno de los cuatro con cuyos caracteres trasiegan los chavales, que aprenden jugando en el taller anejo a la exposición. Los otros tres son el minoico, el egipcio-egeo y el tartesio.

"El fenicio es el más difícil para ellos, porque hay letras que no tienen equivalencia y tenemos que explicarles que se hace por sílabas", explica Raoul Servet, uno de los autores de la muestra. "Los que se llaman Paco o Fernando se enfandan porque no pueden escribir su nombre al no existir la efe o la pe en esos alfabetos". Los chavales se tiran 20 minutos afanados sobre los hules trazando signos, y al terminar su transcripción solicitan un premio por el esfuerzo invertido. Consiguen llevarse a casa su obra y las tablas de los signos de los cuatro alfabetos.

El siguiente tramo de la exposición va desde los tartesios hasta Alfonso X el Sabio, donde relucen un escritorio con cuencos para mezclar colores, la caña de escribir, la piedra que alisa el pergamino... Sin más, el visitante se zambulle en la revolución de la imprenta. Y, ya en la antesala del presente, figuran varias reglas de madera, pinturas y cartillas de lectura.

Otros elementos familiares ponen término a la caminata: una máquina de escribir antigua, un disquete de ordenador y el sempiterno bic, síntomas todos de "la democratización de la difusión de los conocimientos", según se advierte en el panel de la exposición.

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