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Bailar, cenar y dormir en la antigua estación del tren

72 estaciones de Renfe están en otras manos. La empresa ferroviaria, que no puede mantenerlas abiertas sin grave quebranto económico por debajo de determinados ingresos, ha ideado un sistema de alquiler o cesión a organismos públicos e incluso a particulares. En no pocos caso, una de las condiciones de cesión es que quien se haga cargo de la estación asuma la venta de billetes. El objetivo, explica un portavoz, es ofrecer el máximo servicio sin perder dinero y mantener las instalaciones. El destino de éstas es muy variado: hay desde restaurantes a casas de colonias, pasando por bailes y guarderías. Renfe no puede vender los edificios de las estaciones, entre otros motivos porque están catalogados como "zonas de dominio público" que, por definición, no pueden ser enajenadas. El mantenimiento de una estación es muy caro: turnos, libranzas y vacaciones exigen un mínimo de cuatro personas de las que sólo una estará atendiendo al público. Paralelamente, la informatización permite hoy prescindir de trabajadores que antes resultaban imprescindibles. Así las cosas, Renfe ha optado por una solución que admita el manteniento parcial del servicio y disminuya los gastos de mantenimiento.Una solución es el alquiler o la cesión, según los casos. Con ello se consigue, como primera providencia, evitar el deterioro del edificio, cuyo mantenimiento está incluido en las condiciones de cesión o alquiler. El precio varía desde lo meramente simbólico hasta ligeramente por debajo del mercado. Primero, Renfe ofrece las instalaciones a las administraciones locales. Si éstas no tienen interés, se atiende a las organizaciones sin ánimo de lucho y, finalmente, se admiten propuestas de particulares. En los casos de estaciones de Cercanías se realiza siempre un concurso público, que incluye como condición la venta de billetes. 22 de las 72 estaciones cedidas o alquiladas pertenecen a Cercanías. Las otras 50 son de diversos departamentos de Renfe, incluido el que gestiona su patrimonio. Las estaciones de Cercanías cedidas incluyen ofertas de cafetería, teléfono público, librería y máquinas expedendedoras. En algunos casos, estos servicios son ampliamente superados. Así, en Sant Martí de Centelles se organizan bailes y cenas en los fines de semana de verano. Y no es la única en la que la oferta va más allá del refresco y el diario. La estación de Balenyà-Tona se ha convertido en un bar-restaurante, mientras que la de Hostalets de Balenyà tiene, además, una tienda de todo a cien. Un acuerdo con el consejo comarcal del Vallès Oriental ha permitido que la estación de El Figarò sea utilizado por la Asociación para el Estudio de la Naturaleza que ha montado en los locales una biblioteca, sala de exposiciones y aulas-taller para escolares. La editorial Baix Montseny ha alquilado la antigua estación de Riells-Viabrea-Breda. La empresa edita una revista comarcal y ofrecerá rutas a pie en la zona. En Lleida, un particular ha instalado una residencia universitaria en los antiguos dormitorios ferroviarios. La estación de Trem es compartida por la entidad Els Minairons, que ha instalado una guardería, y el Ayuntamiento, que ha utilizado un muelle cubierto como almacén municipal. La Asociación de Amigos del Ferrocarril tiene un circuito de trenes en miniatura en Fornells de la Selva y dispone también de pequeños locales en Reus y Barcelona (França). La estación de Àger se ha convertido en una casa de colonias. Las de Vilanova de la Sal, Santa Linya y Sant Llorenç de Montgai son escuelas de la naturaleza, con aulas, laboratorios, restaurante y museo. Los Escoltes de Cataluña han alquilado parte de la estación de Balaguer, cuyas instalaciones son utilizadas también por el Ayuntamiento, como báscula municipal, y por diversos particulares que utilizan los muelles como almacén. Éste último uso es el que se ha dado a los muelles de Termens y Marçà-Falset. El Ayuntamiento de Les Avellanes utiliza una parte de la antigua estación para organizar la captación de aguas.

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