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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La santa tradición

Era un día cualquiera, hace muchos años, cuando mi barco llegaba a Nueva York, disponiéndose a atracar cerca de un trasatlántico español que sería el Begoña o el Montserrat, no recuerdo cuál de ellos. Acercándonos al muelle, miré con ojos nostálgicos aquella enseña que ondeaba orgullosa en lo más alto del palo de popa, una bandera que, sin embargo, no sentía como propia ya que era la franquista, la «roja y gualda». La contemplé por un instante con una tensa agitación interna, mezcla de saudade y de rencor, y al momento procuré olvidarla, que tenía mucho que hacer. Finalizada la maniobra de atraque y los trabajos subsiguientes, eché de nuevo una ojeada hacia aquella enseña incordiante y vi con sorpresa que ya no estaba a tope: la bandera bicolor ondeaba ahora a media asta. «¡Ostras! ¿Y eso?». Debo confesar que el corazón me dio un vuelco. «¿Se habrá muerto aquél?». Me faltó tiempo para saltar a tierra e ir en busca de la información de algún tripulante del barco español. Quería saber enseguida el porqué de haberse arriado la bandera a media asta, y lo supe al momento, que la explicación era bien sencilla: por lo visto estábamos en plena Semana Santa. Pues vaya con la novedad y mi gozo en un pozo: el muerto era otro, allá en Palestina, muchos siglos atrás. En estos mismos días del año 98, circulando con paraguas por las rúas coruñesas, he comprobado con extrañeza que los edificios oficiales lucen sus banderas según el gusto de sus ocupantes. Algunos las tienen izadas a tope, lo que me parece correcto, ya que el Estado español es por definición aconfesional. Por el contrario, hay otros que las tienen a media asta, como, por ejemplo, los de organismos militares, de siempre tan amantes de la santa tradición. En los civiles se da el caso curioso de que el delegado del Gobierno tiene las banderas a media asta, mientras que el subdelegado, el hasta hace poco llamado gobernador civil, las tiene izadas a tope. Pero el que más se distingue en arriar las banderas es el edificio del Ayuntamiento, ya que las luce bajas de todo, ostentosamente, a pesar de que el Gobierno municipal es ejercido por un partido que se proclama de izquierdas. Claro que Paco Vázquez, nuestro inefable alcalde, es un perseverante tradicionalista, como viene demostrando estos últimos tiempos en el continuo desbaratar de un PSOE de Galicia sometido a sus manejos, que, si nada tiene de obrero ni de socialista, ya poco le va quedando asimismo de organización partidaria.- . .

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