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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Vejaciones en el metro

Soy un usuario del metro de Madrid desde 1985, año en que llegué a esta ciudad. El pasado miércoles día 15 de abril, tras comer con mi mujer y mi hija en la calle de Fuencarral, entramos en la estación de Tribunal para incorporarnos al trabajo. Para ello utilizamos un mismo billete que picamos dos veces a pesar de que cada uno de nosotros tomamos direcciones opuestas. Tras despedirme de ella y de mi hija topé con un control de la compañía en el que varios individuos solicitaban ver mi billete. Les dije que lo tenía mi mujer y que lo podían comprobar fácilmente, pues ella se encontraba en el otro andén. Sin atender a mis explicaciones y sin molestarse en comprobar lo que les acababa de decir, en un tono insultantemente intimidatorio y carente de respeto me exigieron el carné de identidad (me gustaría saber con qué derecho la Compañía Metropolitana solicita documentos tan personales), petición a la que accedí en el momento en que me vi rodeado por cuatro o cinco controladores, además de un guarda jurado que se acercaba sonriendo con la porra en la mano. Aguantando las sonrisas que se concedían unos y otros mientras tomaban mis datos, uno de ellos en tono irónico me advirtió que no me preocupara, pues lo que estaban haciendo era proporcionarme un resguardo con el que justificar ese viaje sin billete, y que, aunque en él se especificaba claramente que se trataba de una notificación de recargo extraordinario de 2.600 pesetas, no me lo cargarían si era capaz de presentarme con el billete picado dos veces en la calle de Cavanilles. De nada sirvió que les repitiera que el billete lo tenía mi esposa en el otro andén. Me dieron un resguardo de multa a pagar en la susodicha calle. Lleno de impotencia tras confirmar que se estaban riendo de mí y de que no podía hacer nada, les pedí algún documento que justificara su pertenencia a la plantilla de trabajadores de la Compañía Metropolitana, y los dos que con más prepotencia me habían tratado me proporcionaron los números 2.375 y 4.721, una mujer y un hombre, respectivamente. Nuevamente tuve que aguantar risas entre ellos. Ya esperando el convoy, quien decía ser el controlador número 4.721, haciendo alarde de una chulería intolerable, se volvió a acercar preguntándome si yo tenía algo que decirle. A esta clara provocación, abuso de autoridad, falta de profesionalidad y de respeto sólo respondí diciéndole que no tenía nada que hablar con él. Con el billete que justifica mis argumentos encima de la mesa, quiero que quede claro que lo importante aquí no es si debía o no encontrarme en posesión del billete en aquel momento y si debo o no abonar una carga extra; lo importante es advertir que existen individuos que, amparándose en su pertenencia a una compañía más o menos seria, hacen práctica de métodos vejatorios y humillantes hacia aquellos que les dan de comer.-

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