El viaje en el tiempo de Arte Factum
Para una región sin prácticamente luthiers ni artesanos, el grupo Arte Factum atesora en su local de ensayos una especie de museo vivo de las herramientas musicales más hermosas, insólitas y extravagantes: primorosos laúdes castellanos, zanfoñas deslumbrantes, laúdes árabes tiesos y simples como brazos de silla de anea, crótalos, vihuelas, sonajas, atabales... Arcaicos prodigios musicales de sonoridad fuera de época y tan fascinante como la evocación contenida en su nomenclatura propia. La primera rareza andaluza de Arte Factum es, musicalmente, su equipaje: un instrumental castellano o arábigo que viene, directamente, del Medievo. La segunda rareza es su soledad aplastante: Arte Factum es el único grupo andaluz de música estrictamente antigua o medieval en una región con cinco orquestas sinfónicas y 4.000 millones de dinero público gastado en salas de conciertos. La tercera rareza es su empeño, su tenacidad o su perseverancia. La cuarta: su apabullante, imprevisto éxito. Arte Factum presentó el pasado lunes en la Iglesia del Salvador de Sevilla su primer trabajo discográfico, De la taberna a la Corte -danzas instrumentales del siglo XIII, Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio y canciones de los Carmina Burana- y el concierto -dulce, armónico, festivo- se transformó en suceso. Inopinadamente, lleno macizo. Un asombro feliz para una gente que se creía navegando en el tiempo en solitario. "Aquí no hay atención a la música verdaderamente antigua. Todo se detiene en lo barroco", coinciden José Luis Pastor, Álvaro Garrido, José Manuel Vaquero, Ignacio Gil o Alicia Murillo, que cuando dicen "todo" dicen programaciones y conservatorios. De modo que ellos se han forjado pagando cursos. Los músicos de Arte Factum dicen esto sin acogerse al victimismo. Ellos saben que su música está discriminada -un completo absurdo musical en la región de Juan Vazques y Cristóbal de Morales, por ejemplo- pero tampoco es que hagan un drama del asunto. "Aunque, residiendo en Sevilla, el esfuerzo es doble para todo: para conseguir partituras, instrumentos...", dicen. O para superar el páramo de los conservatorios, donde entró Ignacio Gil -vientos, chirimía- para fugarse de allí rápidamente. "Aunque mi voluntad era buena", dice riéndose. En realidad, la gente de Arte Factum lo que quiere es ser una especie de goliardos o de vivir como nuevos ministriles, una suerte de juglaresca renacida en toda Europa hace ya lo menos 30 años pero que aquí, en Andalucía, pese al fantástico patrimonio medieval y renacentista, no termina de aflorar, por lo que sea. "Cuestión de falta de dinámicas, de hábito, de falta de una cultura musical de base", aventura Álvaro Garrido. Mientras cuaja, ellos siguen trabajando. El primer CD ya está en la calle: cantigas o coplas de taberna servidas en vivo, en un contexto "que nada tiene que ver con una sala de conciertos y que el grupo recrea de una forma muy atractiva", escribe Benito Mahedero, catedrático de Estética Musical del Conservatorio de Sevilla. Porque Arte Factum, simplemente, no se alicata en un smoking ni despliega pajaritas. Más bien, sabedores de que su música jamás se ofreció en su época de un modo rígidamente estúpido, es al contrario: en sus conciertos se puede oír un canto de taberna brindando con moscatel, que es lo que pega. Para que el viaje en el tiempo musical de Arte Factum sea completo y de más gusto.
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