Matar de aburrimiento
Menudo tostón. A alguno hasta le dio fiebre. A juzgar por lo que viene sucediendo en la mal llamada fiesta nacional, el deliberado propósito de los taurinos es matar de aburrimiento a la afición. Un aficionado, para la perspectiva mezquina y présbita de los taurinos, es un enemigo en potencia. A las pruebas se remiten: un aficionado es el que reclama toros y denuncia inválidos; un aficionado es el que distingue un toro de una mona; un aficionado es el que va a todas, prueba y compara.
Salen, sin ir mas lejos, los toros de Sánchez Ibargüen que se lidiaron en la tercera corrida ferial, y, en cuanto los ve, va el aficionado y afirma que esos no son toros, pues son monas. En cambio al público de aluvión, al que acude un día por ser feria y ni se le ocurre volver, le da lo mismo el toro que la burra de Balaam. Es probable, incluso, que no distinga un toro de la burra de Balaam.
Sánchez / Campuzano, Cepeda, Pedrito Toros de Ramón Sánchez Ibargüen (uno devuelto por descoordinado), sin trapío y anovillados excepto 1º, inválidos, descastados
2º, sobrero de Gabriel Rojas, anovillado, flojo, encastado. José Antonio Campuzano: bajonazo (palmas y saluda); dos pinchazos y bajonazo (ovación y salida al tercio). Fernando Cepeda: estocada ladeada, rueda insistente de peones, seis descabellos y se echa el toro (silencio), media atravesada trasera, rueda de peones y descabello (silencio). Pedrito de Portugal: cuatro pinchazos y estocada ladeada (silenco); estocada corta trasera caída (silencio). Plaza de la Maestranza, 20 de abril. Y corrida de feria. Dos tercios de entrada
Por cierto: la burra de Balaam infundía mayor respeto que los toros de Ramón Sánchez Ibargüen lidiados en esta corrida ferial.
El primer toro, que sacó cuajo y hechuras, pecho badanudo y cornamenta buida, hacía cosas raras.
El segundo, que parecía el hijo del anterior, pegaba volteretas. El segundo salió al galope, se paró de súbito, se revolcó por el redondel y al levantarse -vacilante, crepuscular, perdido de albero- se puso a bailar la yeka. Lo devolvieron al corral, supuestamente por la descoordinación de sus movimientos. Un aflicionado aseguró que era por drogadicto, y dio que pensar. Lo llega a oír un taurino y llama a los guardias.
Toros con pinta de novillos. Toros -con pinta de novillos- tullidos, vacilantes, crepusculares, perdidos de albero, quién sabe si también drogadictos. Y unos toreros plúmbeos intentando pegarlos derechazos, sin apenas posibilidades reales de consumar sus intenciones, pues a toro que vacila, que se duerme, que claudica, no sería capaz de darle un pase ni el mismísimo Domingo Ortega. José Antonio Campuzano, que reaparecía tras una breve retirada, dejó patente su categoría de buen capotero y muletero, con técnica sobrada para obligar y reunir. Fernando Cepeda esbozó su reconocida finura en la interpretación de las verónicas y sin embargo se le fue sin torear el segundo toro novillo de la tarde. Se trataba, precisamente, del sobrero de Gabriel Rojas, único que exhibió la casta propia del verdadero toro de lidia. Planteando la faena perfilero y al hilo del pitón, era difícil ejecutar el toreo auténtico,- el que emociona y hace patria.
El quinto toro pegó un volteretón tremendo a El Chano, y pues el subalterno, que resultó ileso, había hecho la suerte de banderillear asomándose al balcón, con el riesgo que provocó la cogida, el público, puesto en pie, le dedicó una ovación cerrada.
Fue la ovación de la tarde. Ni antes ni después había tenido motivos el público para aplaudir tanto. El toro del volteretón se reveló ovejuno y Cepeda lo pasaportó pronto. Los del lote de Pedrito de Portugal también resultaron ovejunos y las monótonas faenas que pretendía aplicarles el diestro agravaban la situación.
La gravedad de la situación consistía en el aburrimiento mortal.
Cuando rodó el último vacilante, crepuscular e inválido novillo de Sánchez Ibargüen, la afición dejó de sufrir, se sintió liberado el público y salieron todos huyendo. Los pacíficos transeuntes que pasaban por allí debieron creer que dentro de la Maestranza se había declarado un incendio.
Babelia
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