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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Almunia y Borrell

CUALQUIERA QUE sea el resultado de las elecciones internas del PSOE, el que resulte elegido candidato se encontrará en mejores condiciones para vencer a Aznar que antes de las primarias: llegará con la vitola de haber vencido a un rival de peso; mientras que hasta ahora, el candidato socialista, cualquiera que fuese, partía con la etiqueta de aspirante a perdedor frente al inquilino de La Moncloa. En ese aspecto, parece claro que Almunia acertó al aplicarse a sí mismo la receta de las primarias aprobada en el último congreso de su partido. Y también acertó Borrell -el único contrincante creíble- al postularse frente al secretario general. Es probable que los socialistas no previeran esos efectos beneficiosos, pero seguramente tampoco calcularon los riesgos. Éstos son evidentes: si gana Borrell, el delicado proceso de sucesión iniciado en el 34º congreso, y que contaba con un amplio consenso entre los notables, quedará flotando en el aire. O bien habrá que convocar un nuevo congreso o bien habrá que cambiar de modelo, estableciendo una bicefalia como la del PNV en un partido cuyas estructuras y tradición son de otro tipo. Si gana Almunia, el perdedor habrá conseguido reagrupar en tomo suyo a una minoría considerable, alternativa de poder a la actual dirección; las inevitables tensiones abiertas durante la campaña interna podrían pasar factura. Especialmente si se produce una polarización geográfica (comunidades borrellianas contra almunistas). La pulsión conservadora, que, existe en todas las organizaciones, ha llevado a algunos a lamentar la ini ciativa. Pero sólo así han podido manifestarse las ventajas, y éste es un camino que ya no se puede clausurar. Los programas de los partidos los marcan los congresos, por lo que, en teoría, las diferencias entre los candidatos deben producirse en un marco compartido de propuestas. En este caso, además, Almunia y Borrell pertenecen a la misma familia genérica, el felipismo -recuérdese la foto de ambos respaldando a Leguina contra los guerristas en el hotel Chamartín- Pero la propia campaña ha subrayado las diferencias psicológicas, de estilo, y hecho emerger otras más de fondo. Ambos candidatos se enfrentan al desafío de diseñar una política diferente a la conservadora en un momento en que las recetas socialdemócratas clásicas -con sus efectos sobre el gasto público- son poco viables. Pero es evidente que los dos candidatos ponen diferente énfasis en esa inviabilidad. Borrell tiene una imagen mas izquierdista -sobre todo para el votante de centro- que el secretario general. Tal vez tenga que ver con esto una cierta contraposición -desvelada por las encuestas- entre quién es considerado mejor candidato y quién sería mejor presidente del Gobierno. No es casual que en su carta -a los electores Almunia les pida que decidan "con responsabilidad porque estáis eligiendo al futuro presidente"; mientras que Borrell les pide que se pregunten "quién puede conseguir más votos para ganar al Partido Popular". Pero incluso ese aspecto se presta a discusión. Borrell está ofreciendo la imagen de alguien capaz de generar un entusiasmo que podría. arrastrar a sectores de izquierda perdidos en la abstención o pasados a Anguita; mientras Almunia aparece cómo un candidato capaz de recuperar el voto moderado de centro-izquierda que resultó determinante en, las mayorías de Felipe González. Al deslizar la idea de que su contrincante es un 'Jacobino", el secretario general está indicando que Borrell va a tener dificultades para pactar con los nacionalistas una mayoría de Gobierno. Pero es defendible el argumento de que el pragmatismo de los nacionalistas no hace distingos, e incluso de que es más fácil pactar con ellos desde posiciones de firmeza ideológica. De momento, ambos candidatos se han apuntado a la fórmula -tan socorrida- del federalismo. En fin, el principal atractivo de Borrell -su confianza en sí mismo- es lo que le hace ser visto con desconfianza por un sector de su partido y del electorado; y la virtud esencial de Almunia -la seguridad que proyecta su inteligencia emocional- es lo que le resta capacidad de entusiasmar. A cinco días de la elección, una conclusión que puede considerarse establecida es que ambos formarían un gran tándem.

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