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Tribuna:CRÓNICAS: JUAN CRUZ
Tribuna
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La musica de la literatura

Juan Cruz

Elvira Lindo, la creadora de Manolito Gafotas, que ahora ha publicado su primera novela de adultos, El otro barrio (Ollero & Ramos), citó en la presentación de este último libro suyo una frase del escritor granadino Justo Navarro sobre la música que tienen los libros. Mientras se leen los libros, éstos tienen una música, que se apodera del lector y sigue con él una vez que el libro se acaba. En el escritor esa música debe estar antes; sin esa música que ha de mover la escritura no hay emoción, no hay, pues, literatura, decía también Justo Navarro. En el caso de El otro barrio, a Elvira Lindo no sólo le asistió la música antes de su escritura, de modo que su texto -como dijo su editor- se lee de un tirón, como si fuera el borbotón después de una importante experiencia, sino que apareció también en la propia presentación del libro. Rodeada de compañeros suyos, y de amigos de sus distintas etapas profesionales como periodista de la radio y de la televisión, y de su más reciente, muy fructífera e intensa vida literaria, Elvira Lindo afrontó la ocasión hablando a solas de su propia aventura de escribir, de la música que está detrás de su primera novela grande. Y ahí tuvo explicación ese. carácter de experiencia vivida o conocida muy de cerca, que tiene El otro barrio, una novela en la que -un joven, Ramón Fortuna, habitante del barrio marginal de una gran ciudad, se ve complicado por sí mismo en una historia de asesinatos supuestos o reales que le llevan a un reformatorio, al descubrimiento personal de su propia historia íntima, la suya y la de su familia, y también al descubrimiento del sentimiento que preside la música de este libro: la amistad. No sólo habló Elvira Lindo en su monólogo de introducción al libro de la historia que cuenta en la novela, sino que reveló el estado de ánimo en que está escrito el libro y que explica la música que lo habita: cansancio, melancolía, desgaste emocional, sentimientos que van transfigurando una historia real, conocida o posible, en la metáfora de la vida misma cuando uno la va descubriendo. Detrás de tales sentimientos están las propias historias de la gente, que en efecto se ven envueltas en todas las posibilidades del fracaso desde que nacen; son gentes que existen y se ven; Elvira Lindo las ha conocido y las ha retratado, después de escucharlas, y lo que se advierte en la música del libro es hasta que punto sabe escuchar la autora; dijo ella en la presentación que lo quiso escribir sin pudor, con desgarro, y dejó atrás, incrustada en el libro, presente en sus lectores, esa música de melancolía y soledad que se parece tanto a los viejos, polvorientos senderos de la vida en la periferia. Cuando terminó el monólogo de su presentación recogió, para explicar todo lo que ha hecho, y cómo lo ha hecho, esta frase de Saul Bellow: "Está escrito para que os acordéis de mí".

Libros en los que está la gente, la música de la gente. Jorge Semprún acaba de publicar Adiós, luz de veranos... (Tusquets), una hermosa evocación de su vida a partir de los 15 años, y en ese libro puro, lleno de melancolía literaria, también está esa música que evoca Justo Navarro como esencial; esa calidad de poema íntimo que tienen las confesiones de Semprún narrando el momento en que descubre todos los sentimientos que luego han de conducir su vida no sólo es un estímulo para la lectura, sino para que cada lector se sienta más libre de contar, de ahondar en su propia experiencia. Claro que la de Semprún es una experiencia excepcional, marcada por la familia, la guerra y la clandestinidad, pero en estos recuerdos de iniciación también está la explicación de la melancolía gigante que sigue habitando en la mirada de su generación. Dice Semprún que la música de un libro concreto -por seguir con los símiles de Justo Navarro- cambió su vida, o al menos su actitud ante la vida; fue La esperanza, de André Malraux. A partir de esa obra surgieron en él las dudas y las esperanzas que le hicieron mayor. En este Adiós, luz de veranos... tenemos la explicación de su melancolía; sus enemigos, que en, España le han tachado con saña, con malevolencia, tienen aquí el principio de la estatura moral de un hombre que durante varios años vivió bajo la capa de la clandestinidad en el servicio -eso creía él- de una causa que traería a España el fin de la dictadura: del esfuerzo inútil sin duda nació su melancolía; pero de ese esfuerzo inútil creció precisamente la música que está en todos sus libros mejores, y que en La escritura o la vida (también en Tusquets), su recuerdo del campo de concentración, halló la metáfora principal de lo que es su propio concepto de la literatura: desgarramiento, melancolía, poder de la palabra para trasladar al lector la música de un sentimiento. En España a Semprún le negaron primero el pan y luego la sal; acaso ese frontón mezquino que es tantas veces este país le ha conservado intacta su capacidad para entender el borde del fracaso como el principio de la música. La música de la literatur

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