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Un ladrón de ganado es linchado en un pueblo mexicano con el consentimiento de las autoridades

Juan Jesús Aznárez

La desconfianza en la administración de justicia y los estragos causados por la corrupción polícial condujeron nuevamente en México al linchamiento de un detenido ante el temor de que, previo pago de soborno, recobrara la libertad. La novedad fue el asesinato por consenso de todo un pueblo, ejecutado con la complicidad de las autoridades policiales y comunales encargadas de garantizar los derechos de la víctima. A primeras horas de la madrugada del miércoles, Marcos García Rodriguez, 37 años, un ladrón de ganado que había sustraído un cerdo y una burra, fue llevado a un bosque de la aldea Acalco, municipio de Chilapa, en el Estado de Guerrero, y allí colgado de una rama.

"Nos molestamos todos porque dijo 'yo voy a terminar con ustedes uno a uno", relató al diario Crónica, uno de los linchadores. Hacía cinco años que en Guerrero, en cuya demarcación se encuentran las apacibles playas de Acapulco, no se procedía a una linchamiento. Hubo varios intentos pero fueron abortados por las autoridades judiciales, alertadas de su inminencia. Habría que remontarse a 1993, para asistir a los últimos, En aquel año, los habitantes de Ayotoxtla agotaron la paciencia ante la sucesión de asaltos, violaciones de robos y ahorcaron a ocho delincuentes.

Efectivos de la policía judicial del Estado de Guerrero detuvieron a trece personas, entre ellas varios policías rurales, implicados todos en el sumario ajusticiamiento de Marcos García, considerado en la zona como un cuatrero de medio pelo. Tres miembros de su banda quedaron bajo arresto.

El linchador Armando Navas, integrante de la comunidad indígena asociada en la comisión del delito, explicó el apresamiento del ahorcado. "Lo agarramos con las manos en la masa. En una barranca tenía amarrado una burra y un marrano". La policía rural trasladó a García a una celda de la comisaría, y a ella acudieron 300 vecinos. En presencia de policías y munícipes, sacaron al ladrón del calabozo y exigieron su muerte. "Sólo de esa manera va a servir de escarmiento para los que han cometido robos constantes con la gente humilde", apoyó Navas.

El supuesto bandido fue sometido por la turba a un intenso interrogatorio nocturno de dos horas y media, y devuelto después a la celda. Antes de llegar, el alba, la inquisición vecinal volvió a sacarle para averiguar la identidad de sus cómplices.Marcos García dijo preferir la muerte antes que la delación. "Entonces lo amarramos para que confesara. Por último nos nombró a las personas que trabajan con él". Desafiante en su comparecencia ante un tribunal popular, anunció que las vejaciones sufridas no habrían de quedar impunes, que él se encargaría de eso. "Voy a acabar con ustedes uno a uno", amenazó. "Al escuchar esto nos molestamos todos. Porque si lo llevamos a Chilapa paga a las autoridades, sale libre y viene contra nosotros, y sigue lo mismo. Al ver que el ladrón no se daba por vencido, el pueblo decidió que se le ahorcara. Fue decisión de todo el pueblo". Minutos después de la confesión, clareando el día, a Marcos García se le colocó la soga al cuello, y fue conducido a un bosque cercano a la comandancia policial. Su madre presenció la ejecución. Anastasia Rodriguez señaló al comisario municipal de Acalco, Heleodoro Castañeda, Como principal responsable de la barbaridad al atribuirle la iniciativa de reclamar la opinión de la plebe sobre el destino que merecía su hijo. La respuesta estaba cantada.

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