El infierno de los hospitales

Trabajo como médico en un hospital público de Galicia y estoy completamente de acuerdo con la carta de Rosa María Fernández (EL PAÍS del pasado 4 de abril), en la que describe su estancia en el hospital como un infierno.La principal responsabilidad de esta situación la tenemos los profesionales que trabajamos en los hospitales públicos, y especialmente los médicos, que realizamos nuestra labor con paternalismo y desinterés, como dice Rosa María, y con autocomplacencia, añadiría yo, olvidando con demasiada frecuencia que los aspectos humanos de nuestro trabajo son tan importantes como los aspectos técnicos. En lo que a mí respecta, pido perdón por ello.

Pero, una vez concienciados de lo que sucede, convendría cambiar las cosas. Yo confío poco en que dicho cambio pueda partir de los profesionales, aunque es imprescindible intentarlo. Tampoco parece que estén mejorando nada la plétora de directores y subdirectores de los hospitales, nombrados "a dedo", con el único mérito, en casi todos los casos, de su "fidelidad inquebrantable al régimen", cosa que no sucede en ningún país civilizado, y cuyo principal objetivo es mantenerse en su cómodo y bien remunerado puesto.

El cambio sólo puede provenir de los ciudadanos-pacientes, que pagan y sufren las deficiencias de nuestro sistema sanitario público.

Aunque no soy quién para dar consejos a nadie, recomiendo a todas las personas descontentas con la atención que reciben que lo denuncien públicamente como hizo Rosa María y que manifiesten todas sus quejas por escrito en los servicios de atención al paciente (nunca mejor dicho) de nuestros hospitales.

Pero hay algo más que es necesario hacer, a mi modo de ver: participar activamente en la gestión y organización de los hospitales a través de los cauces previstos en la Ley General de Sanidad y en el reglamento de funcionamiento hospitalario: comisiones de participación hospitalaria y de bienestar social.

No es casualidad que, precisamente en Galicia, dichas comisiones estén paralizadas por la Administración con el sencillo pero eficaz método de bloquear el desarrollo reglamentario que permite la constitución y funcionamiento de las mismas.

Los ciudadanos tienen, por tanto, también parte de culpa de lo que pasa, aunque sólo sea por votar a quien votan.

Eso es lo malo de la democracia: se tienen derechos, pero también, responsabilidades.- Salvador Pagazaurtundúa Gómez.