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FÚTBOL SEMIFINALES DE LA LIGA DE CAMPEONES

Una cita con su historia

El Real Madrid disputará al Juventus la final de la Liga de Campeones el 20 de mayo

Santiago Segurola

Casi dos décadas después, el Madrid regresa a la final de la Copa de Europa, la competición totem de un club que tiene una cuenta pendiente con la historia. En Dortmund actuó de forma irregular, pero siempre estuvo por arriba del Borussia, un equipo venido a menos, en un periodo sin duda declinante. El Madrid apenas se encontró con dificultades: sobrevivió al ambiente, al rival, a algunos errores propios y a la amenaza de las amonestaciones. Todos los titulares podrán disputar la final con el Juventus, encabezados por Redondo, actor principalísimo del partido frente a los alemanes.Según corresponde a su actual estado, el Madrid protagonizó el partido para lo bueno y para lo malo. No atraviesa un periodo fiable, sometido a carencias que se han hecho viejas esta temporada. Desde luego no se le tiene por un equipo engrasaso, si por tal se entiende una armonía en lo táctico y en el desarrollo de su fútbol, que en el mejor de los casos es racheado. En otros atraviesa fases depresivas que le cuesta la vida. Cuando cede el protagonismo al rival, el Madrid es vulgar y malvive en el filo de la navaja. En Dortmund interpretó todas las variaciones posibles: jugó mal, regular y, alguna vez, hasta bien. Eso sucedió cuando todos tomaron nota de lo que hizo Redondo, que estuvo superior.

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El Borussia actuó con la intensidad que no manifestó en Chamartín; se benefició de la presencia de Möller, de los problemas que causó Chapuisat a Hierro y poco más. Como equipo es perfectamente olvidable, pero eso no significa mucho con los alemanes, muy capaces de ganar con lo básico. El Borussia fue lo que le permitió el Madrid, que permitió más de.lo debido en varios momentos del encuentro.

Al Madrid le costó veinte minutos producir su primer remate. Que fuera en un tiro libre, resultaba demasiado sospechoso. Sin embargo, la jugada que desembocó en aquella falta mostró la ruta a seguir. Tic, tic, la pelota fue corta y rápida de un lado a otro, entre pies madridistas, hasta el borde del área, donde a los defensores alemanes les entró un ataque de pánico. Falta y golpe franco. Lo tiró Roberto Carlos con violencia y hermosura, pero la pelota se rigió al larguero. La ocasión tuvo el mérito de levantar el partido y a los dos equipos, que se habían producido con mediocridad. El Madrid porque trataba de atajar todos los problemas tácticos que le aquejan desde el comienzo de la temporada. En su interés por atar cabos sueltos se olvidaron de utilizar la pelota convenientemente. A la pretensión descarnada convenía bajarla el diapasón. Esa solución pasaba por un uso correcto de la pelota, pero al Madrid le faltó aseo. Perdió el balón con una frecuencia que se hacía irritante. En este dudoso capítulo, la estrella fue Amavisca, que perdió siempre. Su generoso despliegue resultó improductivo por una contumaz tendencia al error en el pase o en los controles. Algo parecido sucedió con Karembeu, activo en lo físico y desactivado en lo futbolístíco. A Seedorf también le costó encontrar la onda. Estuvo más dispuesto a llegar al área que a participar en el tejido del juego, que resultó patrimonio de Redondo, protagonista de la noche. Redondo tuvo la virtud de conocer el tipo de partido que perjudicaba al Borussia, así que realizó un formidable ejercicio de control en el medio campo. No sólo en el capítulo del juego, también en el caudillaje. Su figura se alzó con grandeza sobre un partido que no la tuvo. Hubo pugna, tensión, incertidumbre, pero el fútbol sólo encontró un protagonista: Redondo.

Las oportunidades del Borussia fueron racheadas y se generaron por errores del Madrid. Unos por la imprecisión con la pelota, otros por alguna desatención de contenido táctico. Por ejemplo, la única vez que Möller progresó desde la zona blanda madridista -a la espalda de Redondo y Seedorf y por delante de Hierro-, el asunto pudo traer consecuncias decisivas. Möller metió la directa, limpió a Hierro y cedió a Chapuisat, que dio el pase de gol. Pero a Tanko se le olvidó que las jugadas se acompañan desde atrás. El hombre corrió alegremente por delante del balón y provocó un fuera de juego decisivo en el desarrollo del encuentro.

El Borussia sólo volvió a aparecer en una jugada de, Chapuisat ante Hierro, que flaqueó en el primer tiempo. El tiro de Chapuistat salió a una cuarta del poste. No se supo más del Borussia hasta el último cuarto de hora: un tiro de Möller que desvió Illgrier con una buena mano. Dirigido por Redondo, el Madrid perdió tres ocasiones sucesivas en los últimos minutos del primer tiempo: un mano a mano de Raúl con Kloss, un cabezazo de Amavisca y un remate de Morientes.

El aspecto del encuentro fue el mismo hasta el final. El Borussia sólo encontraba la forma de generar algún daño por los errores del Madrid, que en la segunda parte fueron pocos. Por lo menos, desde el lado defensivo. Hierro comenzó a imponer su autoridad en el juego aéreo y Fernando Sanz le acompañó con una eficacia superlativa.

No había manera de que el Borussia ganara el partido, y sólo quedaba pendiente la asignatura del contragolpe madridista, anunciado y nunca bien ejecutado. Fue la única manera de prolongar el contenido emotivo de la noche, porque el partido no daba para más. El Borussia estuvo en el plan previsto, a expensas del Madrid, que dio mucha mejor pinta que los alemanes, a pesar de los viejos defectos de un equipo que vuelve a alcanzar el grial de su historia: la final de la Copa de Europa.

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