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Tribuna:NUEVO CONFLICTO EN LOS BALCANES
Tribuna
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Los horizontes para Kosovo

Las alternativas de los kosovares van desde el 'statu quo' represivo a la independencia, pasando por la autonomía o la anexión a Albania

Los efectos de la represión que el Gobierno serbio ha desarrollado en Kosovo desde 1989 se aprecian por doquier. A su amparo se han cerrado muchos caminos de resolución del conflicto existente. Aun con ello, tiene sentido examinar cuáles son, siquiera sea en el terreno teórico, los horizontes de futuro, que acaso podemos reducir a seis.El primero lo configura una agudización de la política represiva de Belgrado. Las propuestas al respecto, que ven la luz, por ejemplo, entre los radicales de Seselj, sugieren que Milosevic no ha estado a la altura de las circunstancias y que se imponen medidas urgentes. Entre ellas se cuentan el retorno de los serbios que han abandonado Kosovo, la expulsión masiva de albaneses y, en general, un incremento en las acciones policiales y paramilitares.

El segundo horizonte no es otro que el mantenimiento del statu quo imperante. Ésta parece ser, por el momento, la posición oficial del Gobierno serbio, que como mucho estaría dispuesto a introducir correcciones menores. Un ejemplo de lo que podrían ser éstas lo ofrecen las concesiones en materia educativa que Belgrado realizó en 1996 y que todavía no se han plasmado en la realidad. La preservación del statu quo topa, sin embargo, con problemas graves, como son la eventual radicalización en la opinión pública serbia -ahí están los resultados de las presidenciales del otoño o la patética deriva de los opositores Draskovic y Djindjic- y el creciente predicamento de opciones violentas entre los albaneses de Kosovo.

Un tercer horizonte lo aporta la restauración de la condición autónoma de la que Kosovo disfrutó hasta 1985. Como es sabido, ésta es la propuesta de la UE. Ningún signo hace pensar que el Gobierno serbio ha considerado la posibilidad de semejante vuelta atrás. Tampoco las fuerzas políticas kosovares reclaman la recuperación de una provincia autónoma que, aun siendo un progreso respecto a la situación actual, muy probablemente cerraría en falso la crisis. Esto aparte, la propuesta plantea un grave problema: Serbia es hoy un Estado unitario en el que los flujos autoritarios son poderosísimos. No se aprecia cómo encajaría en ese esquema un Kosovo dotado de amplias capacidades de autogobierno. Por utilizar un parangón, es como si en los años sesenta, y ante el auge del nacionalismo vasco, la comunidad internacional hubiese reclamado del régimen de Franco la restauración, en el marco de un Estado unitario y no democrático, del estatuto de autonomía aprobado en Euskadi durante la II República.

El cuarto horizonte parece dar una satisfacción, siquiera sea mínima, a algunas de las demandas de las partes en conflicto: reclama la conversión de Kosovo en entidad federada, en pie de igualdad con Serbia y Montenegro, en el marco de la Yugoslavia hoy existente. Esta última se convertiría así en una federación a tres, de tal suerte que Kosovo permanecería en Yugoslavia, por un lado, pero adquiriría, por el otro, notorias capacidades de veto y de autogobierno. Al margen de que la propuesta no goza, ahora mismo,de apoyos sólidos, plantea al menos dos problemas. El primero remite a la versión dominante en el nacionalismo serbio actual, que concibe Kosovo como un territorio estrictamente serbio y consideraría lesiva su identificación como un territorio yugolasvo. El segundo problema se deriva del hecho de que, en buena ley, el acceso de Kosovo a la condición de entidad federada conllevaría un reconocimiento implícito del derecho de autodeterminación. Sabido es, por lo demás, que la Yugoslavia de estas horas tiene ya problemas de este cariz en Montenegro.

Una eventual partición de Kosovo configura el quinto horizonte. Varios años atrás se habló de negociaciones al respecto, bien que sin resultados. Uno de los obstáculos evidentes es la determinación del criterio de partición. Como quiera que sólo una pequeña zona en el noroeste de Kosovo registra una visible presencia de población Serbia, cualquier criterio étnico que se impusiese colocaría en manos de los albaneses, casi todo el territorio. Esto aparte, los recintos históricos y religiosos que Serbia reivindica se encuentran en lugares que no facilitan la partición.

El sexto horizonte se asienta en el reconocimiento del derecho de autodeterminación. De hacerse valer éste, y por lo que sabemos, acarrearía con certeza un masivo apoyo de la mayoría albanesa a la secesión con respecto a Serbia. Aunque las fuerzas polítícas kosovares discrepen en lo que atañe a los métodos, incluso el moderado Rugova se inclina por la independencia. Bien es verdad que el final del proceso tanto podría ser esta última como una integración en Albania.

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Aunque la posición clásica del nacionalismo kosovar ha postulado la unificación de todos los albaneses en un solo Estado-nación, muchos datos inducen a pensar que en estas horas se impone la apuesta por una plena independencia. Entre esos datos despunta la mala relación existente entre los clanes dominantes en Kosovo y los que gobiernan hoy en Tirana. Un peso aún mayor tiene, sin embargo, la relativa prosperidad que exhibe el propio Kosovo si se compara su situación con la de Albania: con su formidable y autoorganizado movimiento de desobediencia civil, Kosovo es hoy, por muchos conceptos, el reverso de la anomia y el caos que impregnan desde tiempo atrás la vida albanesa.

Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.

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