''EL euro es un gran error por el que pagaremos un alto precio"
Se equivocó en sus primeros pronósticos sobre la unión monetaria, pero, aun así, se mantiene firme en sus vaticinios sobre las perjudiciales consecuencias que tendrá la introducción del euro para el Viejo Continente. A sus 68 años, este político liberal alemán, que llegó a ser miembro de la Comisión Européa antes de adquirir la nacionalidad británica, ha puesto fin a su larga vida académica y sólo se dedica ya a la política, desde el escaño que ocupa en la Cámara de los Lores.Pregunta. Hace todavía un año usted vaticinaba que el calendario de Maastricht no se cumpliría; que, si llegaba a nacer, Alemania no permitiría la inclusión de Italia en la moneda única; que la unión monetaria quedaría restringida a cinco o seis países. ¿Se equivocó?
Respuesta. Sí. Lo reconozco me ha sucedido con algunos aspectos de la unión monetaria
P. Entonces también sostenía que la unión monetaria llevaba consigo grandes riesgos para el Viejo Continente. ¿Lo sigue pensando?
R. Sí mantengo que, lejos de unir a Europa, ahonda sus divisiones. Al lado de los 11 elegidos que acceden a la unión monetaria hay otros tres países entre los más estables de Europa (Reino Unido, Suecia y Dinamarca) que no ingresan en ella, hay otros dos Estados prósperos (Suiza y Noruega) cuya entrada ni siquiera se contempla porque no están en la Unión Europea y otros 11 aspirantes a la adhesión (países de Europa del Este y central) que también se quedan fuera.
P. ¿Sigue estando convencido de que la introducción del euro aumentará el paro?
R. Sí. Incrementará la competencia empresarial, se producirán más fusiones y absorciones que provocarán, a su vez, una reducción de los puestos de trabajo. El empleo sólo se alienta a través de medidas directas de estímulo, y dudo mucho de que la Unión Europea las tome. No digo que el euro no vaya a significar crecimiento económico, pero éste no irá aparejado con la creación de empleo.
P. El ex presidente Felipe González asegura que el euro no es sostenible a medio plazo sin, por lo menos, un Gobierno económico europeo. ¿Comparte usted esa opinión? R, En buena medida sí. Una comisión de la Cámara de los Lores, de la que formo parte, entrevistó recientemente a los gobernadores de varios bancos centrales europeos. Algunos. de ellos reconocieron que vamos a tener un Banco Central Europeo independiente de un Gobierno europeo que no existe.
P., ¿Aguantará el euro en esas circunstancias?
R. Si. La moneda se puede gestionar de manera casi exclusivamente técnica. El problema no es éste. El problema es que Pacto de Estabilidad, el corsé creado para obligar a los participantes en la unión monetaria a respetar la ortodoxia presupuestaria, es inaplicable. Las sanciones que prevé para los países que cometan excesos son largas y complicadas de poner en práctica y autorizan demasiadas excepciones. Pero además son absurdas. Castigan con multas a Estados que ya tienen déficit y que para pagarlas deberán incrementar aun más su déficit. No se contribuye así a la integración europea, sino a enfrentar a los unos con los otros. El euro es un gran error por el que pagaremos todos un alto precio.
P. Si no es el euro, ¿cuál debe ser el eje de la construcción europea?
R. La próxima ampliación de la Unión a los países centroeuropeos. Hay que demostrar que la Unión es una zona de paz, prosperidad y libertad, capaz de extenderse a todo el continente. Es la mejor manera de reactivar los valores fundamentales de Europa.
P.¿Comprende usted el miedo de los socios meridionales de la Unión a perder, si se incorporan al club países menos desarrollados, parte de la solidaridad financiera que reciben de los Estados más prósperos?
R. En parte sí, en parte no. El aspecto financiero no me parece justificado. Cuando el Gobierno español hizo la apuesta de incorporarse a la unión monetaria aceptó implicitamente que fuesen decreciendo las ayudas que recibe. Entiendo, en cambio, que España tenga la sensación de que el centro de gravedad de la Unión vaya a desplazarse hacia el Este y que eso lleva consigo la fijación de otros objetivos que coincidirán menos con los suyos.
P. ¿Ha observado algún cambio en la política europea del Reino Unido desde que Blair llegó al poder?,
R. Los principales cambios no son en política europea, sino en materia constitucional, pero van a tener consecuencias sobre las relaciones con la Unión. El cambio fundamental es que en un país tan centralizado como el mío sujan lo que ustedes, los españoles, llamarían las autonomías de Gales y de Escocia. Ambas van a tener los ojos tan puestos en Londres como en Bruselas. Lo mismo que hace, por ejemplo, Cataluña. Es un cambio interno con consecuencías externas. Aunque reviste menos importancia también, quiero señalar que los ministros laboristas que acuden a Bruselas se sienten a gusto, casi como en casa. El ambiente ha cambiado, y en política eso no es desdeñable. Suelen traer buenas consecuencias.
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