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Tribuna
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Así son

Los huevos de la serpiente de un nacionalismo español con zeta se han incubado en los estadios de fútbol de media España, mientras se llena el país de semidesnudos por las rasgadas vestiduras ante el nacionalismo catalán o vasco. No hay encuadre televisivo de ultras hispánicos que no reporte la estampa de la banderita franquista, con su aguilucho y su canesú, y el día de la portería caída en el Bernabéu por Dios y por España, pocas reflexiones se hicieron sobre la bandera golpista exhibida por la monería ultra encaramada a la malla con talento reptil de zoológico. Y cuando los directivos, procedentes en un 90% de la derecha pura y dura y de la industria de la construcción que más ha hecho para destruir el paisaje de España, se escandalizan por el comportamiento de sus crías, exhiben hipócritas maneras, porque hasta ahora han utilizado a los ultras como su vanguardia épica y la válvula de escape de sus propios oscuros deseos ideológicos, y es que quien a los 20 años no se parte la cara por España es que no tiene corazón y quien a los 50 sigue haciéndolo es que no tiene cerebro o dinero para encargar a otros que se la partan en su nombre.Esta impresentable clase dirigente encaramada a la presidencia de algunos de los partidos político-religiosos que nos quedan, los clubes de fútbol, son los Le Pen de España y no los de Merimée. La otra noche, en el Bernabéu una parte considerable de público abroncó a las centurias ultras ante las dimensiones del ridículo, pero no nos engañemos, los papeles están muy bien repartidos y no sólo en el estadio del Real Madrid. Hasta ahora nada han hecho socios y simpatizantes frente a esas minorías violentas que compensan los instintos reprimidos de las mayorías expectantes. O se abronca el insulto y los símbolos del nazismo o se acaba pensando que la culpa de todo la tiene la televisión por retransmitir lo que no quieren ver.

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