Explosiones
La noche del viernes 22 de marzo me encontraba tranquilamente sentado charlando con mis amigos en el Parque del Arquitecto Rivera, en la calle de Barceló, en Madrid, cuando súbitamente se pudo escuchar una serie de explosiones que hicieron a todos los jóvenes allí presentes, que se reúnen en este lugar en gran número los fines de semana, ponerse e pie ante la sorpresa. Al cabo e breves instantes se pudo ver cómo desde la espalda del Museo Municipal aparecía un considerable número de agentes de la Policía Nacional disparando pelotas de goma a una, invisible ante mis ojos, manifestación de okupas.Resultó que esta primera carga e la policía provocó una estampida de gente en el parque como yo o había visto más que en el cine. Mientras corría, arrastrado por a gente, pude detenerme a ayudar a chicas que tropezaban al verse obligadas a correr con altas botas y tacones larguísimos. En mi opinión, todo se hubiera quedado en una imprudencia temeraria de la Policía Nacional, poniendo en serio peligro a una gran multitud al provocar su histerismo, pero todo no se quedó ahí.Tras unos 10 minutos de caos absoluto, las aguas parecieron volver a su cauce. Nada más lejos de la realidad. Volví al par que con aquellos amigos, a los que había perdido de vista duranete la caótica situación, a recoger mi cazadora, que esperaba siguiera allí. El parque volvía a estar en aparente calma, aunque desierto.
Al ver que todo parecía haber acabado, nos volvimos a sentar en los bancos en los que nos encontrábamos minutos antes, pero en breve una lluvia de botellas de cristal cruzaron el aire del parque hacia la policía. Éstos no se anduvieron con miramientos y devolvieron una luvia de pelotas de goma que golpeó a uno de mis amigos en el brazo y estuvieron a punto de darme a mí. Tras las pelotas de goma lanzaron botes de humo, que nos hicieron salir a ciegas y como pudimos del parque, que se había convertido en zona de guerra. El humo provocó a gente asmática un ahogo angustioso del que por suerte me libré.
Entonces vino lo que la policía denomina organización y yo denomino acorralamiento: la policía afirma que la gente se agrupaba bajo una estrategia, y lo que de verdad ocurrió fue que la policía acorralaba agrupando a la gente, que, ante la violencia a la que se veía sometida y el alcohol que podían haber ingerido, se enfrentó a las fuerzas policiales con lo que la policía denomina ataque organizado.
Y yo me pregunto: ¿tiene idea la policía de lo que es la organización y la estrategia? Absolutamente, no. Nadie estaba organizado, sólo ellos, y se asustaban de sus propias sombras, pegando pelotazos de goma como ladridos pega un perro cuando uno pasea cerca de la verja detrás de la que éste se encuentra.
No dudo de que la actitud de los jóvenes violentos es injustificable y propia de animales, no de personas, pero peor es la impresentable actitud de la policía, que, debido a su actuación, causó todo lo que ocurrió, sin, pensar en que la gran mayoría de la gente que se encontraba allí no tiene nada que ver ni con okupas ni con nada de nada. No tiene toda la culpa la policía; sólo el 90%. Bochornoso. .
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