Los descuidos de la plaza Mayor
Cables sueltos, tubería abandonadas y mugre en las paredes deslucen la rehabilitación del centro de la capital
Cables que cuelgan de las paredes, tuberías oxidadas, esculturas arrancadas de cuajo, losas de piedra hundidas y cerámicas resquebrajadas. La plaza Mayor y sus aledaños no relucen como debieran después de haber pasado por unas obras de rehabilitación de 3.000 millones de pesetas. "Hay bastantes chapuzas", protesta Ángel Manuel García, presidente de la Fundación Villa y Corte y vecino de la zona.García reconoce que se ha avanzado con la mejora, pero insiste en que ha habido descuidos y dejadez en algunos puntos de los trabajos. Y eso que la ambiciosa reforma municipal continúa. En el plazo aproximado de un año, el consistorio cerrará al tráfico la calle de la Sal y 150 metros de la calle Imperial, y concluirá la salida del aparcamiento de la calle de Toledo. Pese a las buenas intenciones, ciertas imperfecciones salpican los rincones. En los cruces de la calle de San Cristóbal con la del Marqués Viudo de Pontejos, la irregularidad también cuelga de las alturas. Si uno decide alzar ligeramente la vista, lo primero que encuentra son diversos cables que atraviesan la calle de un lado a otro. Esta imagen se repite en casi en la totalidad de las callejas.
En la plaza de la Provincia, inaugurada hace dos meses, estos cables de color negro se multiplican por las fachadas. Unos metros antes, en las columnas que clan a la calle de la Sal, el abandono tiene forma de alambre torcido. Es el mismo del que penden los adornos navideños. No menos curiosas son las tuberías que suministraban, hasta, los años cuarenta, el gas a las farolas de los porches. Los tubos, inservibles y picados por el óxido, continúan ahí, medio escondidos en el techo.
"Comparto las quejas de los vecinos, pero sé que este tipo de chapuzas son cada vez menos. El otjeto de toda rehabilitación es eliminar todos los fallos, y creo que en este sentido hemos avanzado", contestó el concejal de Vivienda, Sigfrido Herráez.
La reforma, impulsada desde la Empresa Municipal de Vivienda (EMV), también ha recuperado la Casa de la Panadería, edificio del siglo XVI que albergó la Corte consistorial de los Austrias. Este punto emblemático tampoco se ha librado de la dejadez. En los porches, una enorme caja de luz oxidada, rota y medio caída pende de unos hierros. La fachada recién restaurada de la Casa está rematada por águilas de piedra, con sus cabezas adornadas por coronas. Pero alguien arrancó de tajo, un día de San Isidro, una de estas coronas, como recuerda un vecino.
Metros después, la calleja de Felipe III carece de boca de riego."Pocas veces llega el agua, y el suelo siempre está sucio. Da asco", indicó un vecino.
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