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Reportaje:

Rebelión en la parroquia

Los vecinos de un pueblo portugués exigen el regreso de un cura, suspendido por vulnerar el celibato

El obispo de Coimbra, Joao Alves, no sabe qué hacer con la parroquia de Pedrogao Grande. Por segunda semana consecutiva, los feligreses de este pueblo de 5.000 habitantes han impedido la celebración de la misa dominical para exigir el regreso del padre Carlos Costa, apartado de la parroquia y suspendido de toda actividad sacerdotal por no respetar el celibato.El propio obispo y los vecinos de Pedrogao conocían desde hace años la historia de su párroco. El sacerdote Carlos Costa, padre de una hija de nueve años, había pactado con el obispo de Coimbra que seguiría la educación y el crecimiento de su hija, siempre con "la máxima discreción", para evitar cualquier conflicto con la Iglesia. Durante estos años, su situación fue tolerada hasta que llegó a oídos del obispo que el sacerdote era visitado casi todos los fines de semana por su hija y la madre de ésta, quienes siempre pasaban esos días en la casa de un matrimonio amigo. Los rumores y las "presiones" provocaron, a juicio del padre Costa, su expulsión de la parroquia y la suspensión de todas sus funciones, cuando "el obispo conocía perfectamente mi situación: reconocí la paternidad desde el nacimiento, siempre le dije que acompañaría el crecimiento de mi hija y que, por tanto, tenía todo el derecho a ver a la niña y a su madre".

Por razones desconocidas, el obispo cambió recientemente de actitud, pero no contaba con la firme reacción de los fieles. Para José Seco, el párroco "tuvo siempre una actitud digna de un hombre con H grande; tuvo la hija y asumió la paternidad; no veo ningún mal en eso; es un acto de mucho coraje. Tenemos que acabar para siempre con esta hipocresía". Maria Conceiçao, de 52 años, afirma que "el obispo. está haciendo llorar al pueblo; nunca tuvimos aquí un padre como éste". "Esté hombre", dice, "ha hecho mucho por esta tierra. Fue él quien terminó el salón de la parroquia, creó un centro infantil, fundó un grupo de música para niños y consiguió el dinero para comprarles los instrumentos".

Olinda Fernandes, de 58 años, explica que "el pueblo nunca tuvo tantos festejos; el padre Costa reanimó la Semana Santa, organizó un belén viviente en navidades; siempre estaba preparando actos". José Seco explica que el sacerdote "no ha parado quieto ni un minuto, siempre estaba buscando nuevas cosas para la parroquia". Las opiniones son prácticamente unánimes. Todo el pueblo quiere al padre y a nadie le importa su vida al margen de la Iglesia. Al contrario, les parece muy bien que el sacerdote cuide de su hija y siga viendo a la madre. "Siempre fue muy discreto", dicen.

Pero hay reacciones mucho más airadas. Mario Tomás Mendes, de 72 años, sostiene que "no aceptaremos aquí a otro sacerdote; cerramos la iglesia y, si es preciso, creamos otra. ¿No hay por ahí evangelistas u otras sectas? Ya tenemos un pastor y no nos importa si está casado o no". Todavía más exaltada, Maria do Carmo Roldao explicaba al diario A capital: "Todos los padres tienen criadas o gobernantas que son mucho más que eso. Cambian los tiempos y cambian las reglas. Tenemos que ir aceptando los tiempos modernos. Ya es hora de que la Iglesia acabe con el celibato y deje que los padres se casen".

Ante tal rosario de reacciones, la situación se presenta muy difícil para las autoridades eclesiásticas, que no encuentran una solución pacífica al conflicto. El padre Costa sostiene que "solamente aceptaré hablar con el obispo en presencia de los parroquianos, y, siempre y cuando, me presente a las personas que han puesto reparos a mi vida" * "Si no existiese el celibato", explica, "el problema estaría resuelto. Entiendo que es una regla de la Iglesia, pero hay algunos padres que lo asumen y otros no. Creo que la Iglesia debería replantearse el asunto, como ha ocurrido en otras confesiones donde existe esa libertad para los religiosos".

Un concejal de Pedrogao, que no quiso facilitar su identidad, explicó ayer a este periódico que el Ayuntamiento "no puede y no debe pronunciarse sobre el caso; es un asunto que incumbe exclusivamente a la Iglesia; sólo le puedo decir que todo el mundo. quiere al padre Costa". El vicario episcopal de Chao do Couce, Manuel Martins, a quien los fieles le impidieron celebrar la misa del pasado domingo, se siente impotente: "No sé cómo resolver este problema, ni encuentro ahora mismo una vía de solución".

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