Cementerio de artistas
Todavía resuena en mi mente un sinfín de acordes de buena música, y digo buena porque es música de la que sale de dentro de todos los artistas que, enterrados en el madrileño parque del Retiro, tocaban esta calurosa y azul mañana bajo la mirada atónita de todos los que por allí nos dejábamos unos minutos de nuestras ocupadas vidas. Por el módico precio de "la voluntad" y entremezclado con el griterío del pueblo por allí transeúnte, consiguen hacernos sentir que la música de verdad existe, que se puede tocar, oír y sentir. Tal es así que no he podido por menos que acordarme de toda la bazofia musical que día a día nos insulta los oídos, de personajes de cuyo nombre no hace falta acordarse y que dudo sepan lo que es un pentagrama (salvo cinco líneas paralelas), que duran más tiempo en la tele o la radio que el conejito de Duracell, y no precisamente por el módico precio de la voluntad. Señores, este país, el nuestro, no necesita destroza-melodías. Lo que necesita es que algún cazatalentos de los de verdad pierda unos minutos escuchando música de verdad de verdaderos artistas en la verdadera calle y que se les otorgue una oportunidad que vaya más allá de veinte duros en la funda de su guitarra o de dejarles tocar en su propio cementerio