Líderes locales de la derecha francesa rompen la disciplina y pactan con Le Pen
El triunfo de la izquierda francesa en las elecciones regionales y cantonales, más moderado de lo que preveían las encuestas, puede verse mermado en el terreno de la representación institucional ante las dificultades para convertir sus votos en las presi dencias de aquellos consejos regionales en los que cuenta con una mayoría relativa. En abierto desafío a las direcciones de sus partidos, el RPR y la UDF, numerosos dirigentes locales de la derecha democrática han entrado en conversaciones con el ultraderechista Frente Nacional.
Buscan asegurarse la reelección como presidentes de los Consejos Regionales o reforzar sus posibilidades de entrar en ellos, que se deciden en segunda vuelta este mismo domingo. "Hay negociaciones por todas partes", manifestó ayer, con indisimulado gozo, el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen. En la región de L'Oise, los dirigentes locales de la Asamblea para la República (RPR) y del FN sellaron el acuerdo para la segunda vuelta de las cantonales posando juntos ante las cámaras.El presidente de esa región, y antiguo secretario general del RPR, Jean-François Mandel, fue excluido ayer por la dirección de su partido tras sus reiterados pronunciamientos a favor del pacto con el FN, formación a la que ha invitado a formar "parte de la derecha del mañana". Mandel, que aspira a sucederse a sí mismo al frente del Consejo Regional de L'Oise gracias al apoyo del FN, coincide en este terreno con los ex ministros confundadores de la Unión Democrática Francesa (UDF), Michel Poniatowski y Alain Griotteray, partidarios de "dejar actuar a los electos locales".
En Aquitania, Midi-Pyrénées, Picardía -región otorgada al PCF, según el reparto de la Izquierda-, Bourgogne, Languedoc-Roussillon y la Haute-Normandía, muchos electos se han pronunciado a favor del "diálogo" con el partido de Le Pen. La lista de cargos locales dispuestos a lo que el dirigente socialista Jack Lang ha calificado como "el beso de la muerte" fue incrementándose a lo largo del día de ayer.
El FN ha sacado para la ocasión un "programa mínirno", que junto al compromiso, entre otros, de reducir los impuestos, establece "'la preferencia nacional" tan característica de su discurso. Algunos cargos regionales de la derecha democrática no ocultan su conformidad con ese programa, pero en los casos en los que no existe tanta receptividad el FN baraja el texto con total elasticidad e- incluso, llegado el caso, hace tabla rasa de su propuesta y proclama su intención de apoyar a determinado candidato sin "compromiso alguno". Ante la aparente impotencia de las direcciones de los partidos democráticos, la extrema derecha juega descaramente con la situación, insinúa algunos nombres, proclama otros, niega apoyos a candidatos que posiblemente no lo ha solicitado, maneja la situación e intoxica para romper el cerco republicano creado a su alrededor.
A tenor de las declaraciones de no pocos dirigentes regionales, tan exquisitos estos días con el Frente Nacional, y a juzgar por el número de candidatos de la ultraderecha que, en justa correspondencia con los acuerdos, se retiran de la pugna de las cantonales, las alianzas con el partido de Le Pen están efectivamente extendiéndose. "Si ese cerrojo salta, entraremos en otra fase de la vida política", advirtió el primer ministro, Lionel Jospin, tras arbitrar el reparto entre los distintos socios de la coalición gubernamental de las presidencias y vicepresidencias supuestamente obtenidas y ahora en el aire.
La situación ha llegado al punto de que François Hollande, primer secretario del PS, se dirigió ayer públicamente al presidente de la República Jacques Chirac para reclamarle que les diga "a sus amigos políticos que hay límites que no se deben traspasar". Philippe Séguin, presidente del primer partido de la oposición, el RPR, el partido de Chirac, le respondió de oficio atribuyendo a los socialistas parte de la responsabilidad en el ascenso del FN, pero el dirigente gaullista cuenta estos días y no para los casos de indisciplina y de abierta rebelión.
Una pregunta procedente es qué habría pasado en la desmoralizada derecha democrática francesa si los resultados electorales hubieran sido todo lo catastróficos que auguraban las encuestas. La "izquierda plural" ha obtenido un respaldo del 35,2% de los votos contra el 31,2% de la alianza RPR-UDF, pero esta diferencia se reduce a menos de un punto si se suman a sus respectivos bloques las candidaturas de izquierda y derecha que han ido por libre. Aunque los resultados han truncado la costumbre francesa de castigar en las regionales al partido del Gobierno y consolidan a la izquierda plural, la derecha puede aspirar a conservar, por sus propias fuerzas, la mitad de los 22 Consejos Regionales de la metrópoli.
La explicación de esta rebelión, hay que buscarla en la crisis ideológica y política de la derecha democrática ante el empuje del FN y, naturalmente, en el apego por conservar cientos de cargos bien remunerados desde los que administrar dineros e influencias.
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