El general

Desde que supe que la pierna cercenada de un general fue sepultada con honores militares siempre me he preguntado en qué punto exacto del cuerpo humano reside la dignidad o la gloria. Durante el sepelio de esa pierna, que había trepado con heroísmo por el barranco del Lobo cuando su propietario era teniente, un cornetín hizo sonar el toque de silencio en el cementerio mientras un batallón alineado entre cipreses y geranios presentaba armas reglamentariamente. La extremidad fue introducida en el panteón familiar, y cada año, en la fiesta de los Difuntos, el general acudía al camposanto a depositar flores a esa parte del propio organismo que se le había adelantado camino del Juicio Final y al pie de la tumba rezaba por su eterno descanso. El viejo general no lloraba por aquel fragmento de sí mismo, pero sin duda recordaba las hazañas que habían realizado juntos, y éstas no se ceñían sólo a ciertas batallas muy cruentas, sino también al baile del tango y del charlestón en las fiestas de capitanía, puesto que en sus tiempos de oficial él fue un gallo muy jugado. Ahora iba al cementerio todos los años en el día de los muertos caminando perfectamente con una prótesis de plástico alemán. Frente a esa parte de sí mismo que permanecía en el sepulcro meditaba ya que se trataba de la propia pierna que se había ido andando hacia la eternidad, cada vez la imaginaba más lejos en el otro mundo. Pensaba que habría llegado ya al paraíso o al infierno. En este sentido, el viejo general no distinguía el futuro del pasado ni el cielo de la tierra. Cuando al pie de la tumba dudaba si aquella extremidad calzada con botas y polainas no estaría en el infierno sufriendo por anticipado las penas que a él le aguardaban, a la memoria le subían los cadáveres ensangrentados del barranco del Lobo y de otras trincheras donde había presenciado tanta crueldad sin inmutarse. Cuando imaginaba que su pierna se hallaba esperándole en la gloria, creía que con ella aún estaba bailando el tango en capitanía con aquella muchacha que fue su sueño.
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