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Arias-Salgado

Rafael Arias-Salgado me comentaba hace apenas un mes que una de las pocas virtudes que se reconocía a sí mismo era su capacidad de rectificar, "te juro que no me cuesta nada", aseguraba. El martes pasado, y ante los micrófonos de la Cadena Ser, el ministro de Fomento rectificaba públicamente manifestando su renuncia al trazado diseñado por los ingenieros del ministerio para el tren rápido a Valladolid que atravesaba el valle del Lozoya. Arias-Salgado tuvo la honestidad de asumir un error al que fue inducido por sus técnicos y corregirlo sin esfuerzo alguno, lo que, desde luego, le honra. Alberto Ruiz-Gallardón había hecho lo propio semanas antes, aunque tratando de propagar la amnesia general sobre su inicial aceptación de un recorrido por ese paraje natural que un presidente de Madrid nunca debiera consentir que nadie hollara. Gallardón retomó entonces su proyecto de un túnel largo, que ya habían descartado, para defenderlo con el entusiasmo que se echó en falta en un principio. El giro copernicano del presidente regional constituía, en cualquier caso, una sutileza en comparación con la actitud de su homólogo en Castilla y León, Juan José Lucas, que se despachaba afirmando sin el menor sonrojo que a él no le importaba por dónde pasara ese tren con tal de que lo construyeran pronto. Más impresentable aún fue la reacción inicial de la cúpula regional del Partido Popular ante la campaña de sus alcaldes serranos en defensa del valle. No se les ocurrió cosa mejor que enviar a José Cabrera, con la tarjeta de secretario de Pueblos del PP, a ofrecerles farolas y polideportivos para que dejaran de dar la lata. El tal Cabrera, que había demostrado su entrega y vocación de servicio afiliándose al partido a los diez días de ganar Aznar las elecciones, fue diciendo que la política de la sierra la dictaba él, y se lo dijo a unos ediles que tienen el trasero pelado de sentarse en el sillón municipal. Desde entonces les ha retirado el saludo, por traidores. Esos alcaldes vieron, en cambio, cómo caminaban junto a ellos unos colectivos que suelen tener enfrente. La Coordinadora de Asociaciones de Montaña de la Sierra Norte siempre se opuso al trazado por el valle del Lozoya, en abierto contraste con el sospechoso silencio de algunos talibanes del ecologismo regional, que tragaron con aquel trazado y ahora están en contra de cualquier recorrido.Bueno es que sepamos quién es quién y lo que vale el criterio de cada cual a la hora de buscar una solución para ese tramo que pueda conjugar el progreso que la línea pretende con el indispensable respeto al medioambiente. El ministro de Fomento maneja para ello tres opciones, que se propone discutir con los presidentes de Madrid y de Castilla y León. La primera consiste en utilizar el corredor ferroviario paralelo a la carretera de La Coruña, lo que permitiría aprovechar el recorrido hasta Villalba y mejorarlo a partir de allí para ganar tiempo. La segunda contempla emplear el actual trazado de la línea a Burgos, que atraviesa la sierra Norte. Esta posibilidad obligaría a modificar la vía si se quiere acortar los tiempos de viaje, con el consiguiente perjuicio en una zona ambientalmente casi tan sensible como la que dañaba el trazado al que se ha renunciado. Ni los municipios serranos ni el Gobierno regional están a favor de esa solución. La tercera opción es la del supertúnel propuesto por la Comunidad, aunque con la novedad recientemente planteada de dejarlo en una sola vía para abaratar costes y acelerar la obra. Es un proyecto atrevido y probablemente complejo de ejecución, pero, sobre el papel, sigue siendo el que proporciona una salida más rápida a Segovia y Valladolid, cortando los tiempos de viaje de forma radical y salvando la sierra. El titular de Fomento considera que ese túnel es técnicamente posible, pero no lo ve nada claro. Influenciado por la amarga experiencia del túnel de Somport, al ministro le asusta meterse en una excavación que pueda eternizar la obra. Habrá que estudiarlo. Esta vez, al menos, debería darse a los ingenieros de la Comunidad la oportunidad que antes les negaron sus colegas de Fomento de demostrar que su opción es viable. "Ser dogmático en materia de infraestructuras no tiene ningún sentido". La frase es también de Arias-Salgado.

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