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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vértigo

LA IRRESISTIBLE explosión alcista de la Bolsa durante los últimos meses ha rebasado el límite del optimismo de los inversores por los indicadores económicos y por las perspectivas de aumento sustancioso de los beneficios para convertirse en algo muy parecido a una "burbuja financiera". Las cifras muestran que las cotizaciones han entrado en una fase de vértigo que empieza a ser arriesgado para los inversores que la han propiciado. Desde enero, la revalorización ha sido superior al 25% -¡la previsión para todo el año!- y el índice del mercado madrileño rebasó ayer los 800 puntos, aunque después, en el marco de una caída general de las bolsas europeas, cayera el 2% en lo que se entiende, en pnincipio, como realización coyuntural de beneficios de quienes empiezan ya a sentir cierto temor a las alturas.Es fácil enumerar las razones de la euforia. La confianza en los indicadores macroeconómicos, el descenso de los tipos de interés que ha reducido al mínimo la remuneración que perciben las cuentas corrientes y de pósitos de la banca-, el aumento del ahorro de las fa milias españolas, la abundante oferta de títulos que ha procurado las privatizaciones de las empresas públicas y la apuesta por un proceso de fusiones entre los bancos españoles son las explicaciones racionales más importantes del boom bursátil. Habría que considerar además el importante desplazamiento de dinero que huye de la crisis asiática y busca activos de calidad en Europa y Estados Unidos. Pero tales razones, reales y muy sóiidas no agotan las causas que explican una revaloriza ción del 25%. Hay un momento en el que la apuesta por las expectativas de beneficio empresarial se convierte en burbuja, y es cuando la compra de valores se hace por la única razón de que se espera vender inmediatamente para obtener un beneficio garantizado.

Existe un acuerdo muy extendido entre los expertos financieros en que ésta es exactamente la situación en que se encuentran los mercados europeos, el español en especial. El acuerdo ya no es tan unánime cuando se trata de evaluar la posibilidad de que la burbuja se quiebre y provoque un fuerte descenso en los parqués. La lógica económica dice que no es posible mantener durante mucho tiempo la confianza en expectativas de ganancias empresariales superiores al 25%. Hay también coincidencia en considerar que la inflación aún no tiene una estructura interna lo suficientemente saneada ni que el déficit tiene garantizado su sostenibilidad a medio plazo.

Estos argumentos para temer una corrección importante de los mercados son muy razonables; pero cualquier análisis o predicción sobre el ajuste de los mercados es difícil, porque el entorno económico actual de baja inflación y reducido déficit público es un cambio decisivo respecto a las crisis bursátiles anteriores. No es, por tanto, posible aventurar si la caída de la Bolsa española -y las europeas ocurrido ayer es el principio de una caída continuada o si se trata de una mera corrección circunstancial producida por el deseo de los inversores de recoger beneficios. Mientras los optimistas indican que el bajo coste del dinero y la afluencia del ahorro hacia los capitales privatizados es un fuego que seguirá alimentando el boom, los más realistas advierten que los precios de algunos activos ya no pueden subir más y anuncian que los especuladores más experimentados empiezan a retirarse prudentemente del mercado.

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En cualquier caso, se echa de menos una preocupación mayor de las autoridades financieras en informar a los inversores de los peligros que encierra esta situación. El presidente de la CNMV, Alejandro Fernández Armesto, hizo ayer una llamada a la prudencia de los inversores cuando advirtió que "ningún intermediario debe ofrecer y ningún inversor debe comprar productos o estructuras de productos sofisticados que no sea capaz de entender o de los que no pueda calibrar el riesgo que conllevan", que debería, ser repetida por todos los responsables económicos a modo de advertencia permanente. Quizá la táctica del presidente de la Reserva Federal de EE UU, Alan Greenspan, de prevenir severamente a los mercados todos los días sobre los peligros de la euforia financiera, tan exhaustivamente analizada ,por Galbraith, debería ser el modelo de conducta de este Gobierno, en lugar de confundir tal euforia como una demostración más de sus éxitos económicos.

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