¡AY, QUÉ BUEN ENTIERRO TUVO!
Unas 500 personas, como las exageradas plañideras de la fotografía, lloraron ayer a la simbólica sardina cuyo entierro sirve cada año para culminar la irreverencia del carnaval y marcar la llegada de la aburrida cuaresma. El último desahogo antes de que las viudas recobren la compostura terminó en la Casa de Campo con una proclama para amantes de lo macabro: "Digan lo que digan, qué bonito es un entierro".
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