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Función para pijamitas

El festival altemativo se extiende a varios hospitales para ofrecer teatro infantil a los pequeños pacientes

Se ha convertido en una tradición. El festival de teatro alternativo se cuela en los hospitales infantiles año tras año. Es una iniciativa de la que disfrutan no sólo los pequeños, sino también sus padres, que les acompañan la mayor parte del tiempo. Las 24 horas del día pasan en una clínica mucho más lentas que en la calle.Se hacen interminables, sobre todo, las tardes, cuando ya han terminado las visitas médicas, las pruebas o los análisis. Parece que no hay nada que hacer. Por eso una representación teatral siempre es bien recibida en estos centros, y la muestra alternativa ha preparado un total de cuatro en esta edición. A ellas asisten todos los que pueden abandonar la cama, aunque tengan que salir con los goteros a cuestas. Y muchos padres aprovechan entonces para hacer una escapadita, según comentaba una responsable del hospital. "Entre que te preparas para bajar, la función y luego la vuelta... Es un acontecimiento", decía ayer una mujer que acompañaba a su hija en el hospital infantil de La Paz, donde la compañía Teatro Alegre ofreció un montaje de título La cigarra y la hormiga y otras fábulas.

Pijamitas azules entre el público, batas y algunas perchas metálicas de las que cuelgan antipáticas máquinas enchufadas a los bracitos de los niños. Ésas pueden ser las diferencias entre la función para niños que hubo ayer en la sala de juegos de La Paz de otras para público de poca edad. O que de vez en cuando suena un pitido y alguien tiene que dirigirse hasta un enchufe con su máquina de alimentación especial. Por lo demás, son funciones normales y corrientes.

Así lo han sentido los dos actores de la compañía Teatro Alegre, que se han enfrentado a su primera experiencia teatral en un hospital.

"La respuesta del público es la misma de siempre. Por mucha camilla que haya o por muchos bip bips que se oigan, la participación de los niños es igual que en cualquier teatro", comentaba Fernando Navas tras la función, rodeado de entusiastas espectadores que querían acercarse a estos dos cómicos de cara pintada y nariz redonda. "Ha sido una obra muy graciosa", decía Águeda, una niña de 10 años y grandes ojos azules, que lleva un mes internada. Y añadía que le encantaría ver juegos de acrobacia.

En la primera fila se había instalado Johnny, un niño de 10 años que deletrea su nombre cada vez que tiene que darlo. Ayer era uno de los niños a los que más se oía cuando los actores preguntaban cómo balan las ovejas o cómo aúllan los lobos. "No me ha gustado que mataran a gallinas, aunque estuviera en el guión. La cigarra ha estado muy bien", comentaba con tono muy resolutivo en una especie de tertulia improvisada con los actores. "Me gusta mucho el teatro de risa. Y me ha divertido mucho hacer la oveja", añadía, mientras su madre tomaba el mando de su silla de ruedas para llevarle a la cama.

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