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Un hombre justo

José Luis Leal

Corría septiembre de 1977. Los redactotes del informe que sirvió de base a los Acuerdos de La Moncloa habíamos terminado nuestro trabajo y lo habíamos entregado al Gobierno. Ocupaba entonces el cargo de director general de Política Económica, acababa de regresar del exilio en Francia y apenas conocía a los nuevos gobernantes que pilotaban lo que se llamó la transición hacia la democracia; un amigo sugirió que las ideas del documento no se llevarían a la práctica sin el acuerdo del vicepresidente tercero del Gobierno, por lo que decidí visitar a Fernando Abril en el palacete semivacío de Castellana, 3. Me recibió a los pocos días y pude darme cuenta de que conocía el documento, a pesar de lo cual me pidió que le explicara los detalles del ajuste económico que propugnaba, y, al final, me miró fijamente Y me hizo una sola pregunta: ¿Es absolutamente necesario?". Le respondí que así era, tras lo cual frunció levemente el entrecejo, como solía hacerlo cuando intuía que era necesario tomar una decisión de consecuencias difíciles, y me despidió cortésmente. Unas semanas más tarde, cuando los pactos habían sido ya firmados, me convocó a su despacho para hacer lo que él llamó "una lectura política" del documento aprobado por las Cortes: durante más de una hora escuché una brillante e inolvidable exposición de sus consecuencias políticas y sociales y de la manera en que había que llevarlo a la práctica. Sin su habilidad política, sin su sentido de la negociación y sin su inagotable capacidad para escuchar y encontrar la solución de cualquier problema dificil, la transición habría discurrido por otros derroteros.Con Fernando Abril desaparece una de las mejores y más brillantes cabezas de España. Su papel en los Pactos de La Moncloa y en la posterior elaboración de la Constitución fue decisivo y hasta ahora no ha sido bien valorado. Fue un firme defensor de la necesidad de neutralizar políticamente el inevitable ajuste económico para poder redactar una Constitución de consenso que recogiera las aspiraciones de una gran mayoría del pueblo español, y contribuyó decisivamente a su redacción en aquellas noches interminables de las que guardan un recuerdo imborrable quienes participaron en ellas porque sintieron el inconfundible soplo de la historia. Se daba en su persona ese dificil equilibrio entre la libertad y la justicia, entre la necesidad de construir una economía más abierta y la de proteger a quienes, de una u otra forma, habían sido maltratados por la vida o, como se dice ahora, entre el mercado y la protección social. Su humanismo profundo, enraizado en las mejores tradiciones españolas, le llevaba a enfrentarse con los problemas con una lucidez en la que siempre había un destello de humor, reflejo de una inteligencia poco común.

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La vocación o, más bien, la pasión por lo público fue una constante de su vida. La conversación podía comenzar de cualquier forma, pero siempre terminaba en la política, en la defensa apasionada de lo que él llamaba "los intereses generales". Siempre fue así y siempre los defendió sin el menor titubeo. El último episodio fue el de la llamada Comisión Abril para la reforma de la Sanidad pública: aceptó el encargo de elaborar unas propuestas para su mejora porque sabía que había que reformarla para que fuera viable y pudiera mantenerse en lo esencial; sabía que sus conclusiones serían impopulares, pero a pesar de ello tuvo el valor de defenderlas a lo largo y lo ancho de España sin otra ayuda que su inteligencia y su poder de convicción. Poco a poco, sus propuestas van siendo aceptadas porque lo que decía estaba cargado de razón, ningún interés particular le guiaba y creía en una sociedad justa, abierta y tolerante.

Cuando los investigadores quieran profundizar en esos aspectos de la historia que configuran la raíz profunda de los pueblos se encontrarán, inevitablemente, con la obra de Abril. En palabras de José Ángel Valente: "Tú, asociado a un río; sí, al lento / brazo tranquilo o poderoso / que tantas veces contemplamos. / (Al río en las afueras / de la ciudad que el tiempo, como a flor abrasada, reducía a cenizas). Tal fue tu compañía, grande y pura, / tal tu mano, tales tu corazón y tu presencia".

Los que hemos tenido el privilegio de conocerle hemos perdido un amigo; España ha perdido un gran hombre.

José Luis Leal fue ministro de Economía con UCD y es presidente de la Asociación Española de la Banca.

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