Belicistas
Por fortuna, esta vez el dinero de un empresario español representante de los intereses de Kuwait no puede potenciar un lobby mediático y político en pro de la guerra contra Irak como ocurrió hace no demasiados años. Por otra parte, tampoco se trata de medir con vara de varear las violaciones de soberanía territorial perpetradas por Sadam Husein, porque asistimos al lanzamiento publicitario de una guerra sin otro eslogan posible que esta vez porque sí, el mismo que utilizaban los fascistas españoles cuando se reunían en la plaza de Oriente para homenajear al general ensangrentado. Razones de imagen del emperador, de ratificación de gendarmería universal y de comprobación del arsenal de armamento han puesto a prueba el humanismo de los políticos de todo el mundo con un resultado más bien miserable desde la más mínima exigencia ética.Los que más obstáculos oponen a la juerga belicista del emperador le piden que la desencadene con un aval de la ONU, olvidadizos de que hasta Butros Gali, ex secretario general onusiano, ha explicado que la ONU es la criada no respondona del Imperio. En otros casos se utiliza el silogismo de que la condición de aliados nos obliga a estar siempre de acuerdo con lo que hacen nuestros aliados, incluso es posible que prospere la moda de los contactos sexuales oral-genitales porque nuestro principal aliado es aficionado a esta delicia, ignoro si turca. Por solidaridad con el presidente Clinton, sería deseable que Tony Blair, José M. Aznar, Javier Solana o Jordi Pujol se pronunciaran sobre los límites del compromiso con sus aliados, sobre todo cuando esos límites rebasan la línea de la cintura y alcanzan la de la bragueta individual o cósmica, o se declararan belicistas, partidarios de la macabra higiene periódica dirigida siempre contra el que ha recibido el encargo de poner los muertos en el festín caníbal de las guerras de divertimento neocolonial.
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