Contra las hemorroides

Como viene a decir el anuncio de la tele, bastante duro es sufrir de hemorroides para, encima, tener que hablar de ello. Con el medicamenticidio perpetrado por Sanidad (cómo odia este Gobierno los goces que la farmacopea todavía proporciona a los jubilados; todos los goces, me temo) se nos han llenado los días de palabras desagradables (almorranas, laxantes drásticos, laxantes incrementadores del bolo intestinal, mucolíticos, antidiarreicos, expectorantes). Qué asco. Y, encima, en boca del secretario de Estado para la Comunicación (tan rozagante con su repentino aumento de sueldo), suenan muchísimo peor. ¿Qué hacer? ¿Cómo huir de semejante ambientazo? La Pasarela Cibeles ofrecía un remanso estético porque a mi me pirran Del Pozo y Verino, y me hacen mucha gracia las Vacas Flacas, aunque no siendo fina de natural nunca supe contar la calderilla con guantes, comprenderán que mucho menos podría vestirme con un traje hecho con guantes reciclados; pero hay que ver lo bien que le sentaba a la modelo.Las modelos de Vacas Flacas -que protestaron, con razón, por el surtido de maniquíes desnutridas de que dispusieron en Cibeles- fueron, por cierto, las únicas humanas a la vez que hermosas, junto con Penélope Cruz. Las otras -muy elegantes, eso sí- iban de la anorexia a sus asuntos hasta el extremo de que, a media exhibición, tuve que mandar el perro a casa, no fuera a labrar mi ruina lanzándose sobre un fémur de top model internacional. Creo que en la reforma del Código Penal habría que incluir a los adelgazadores de mujeres. Hablando del Código, si están hechos un lío con el sexo y la edad, no les quepa duda: todo lo que le gusta a Margarita Mariscal de Gante es malo para los españoles. No tienen más que fijarse en cómo deja que la peinen. Ya dijo Sharon Stone que el mejor amigo de una mujer es su peluquero: a la ministra parece que le diseñe la cabeza el que puso a punto a Ana Bolena para su fiesta de decapitación.

Lo mejor de Cibeles, para mí, son los caballeros exhibidores. Cómo lucen los nuevos colores de moda, inspirados en los de posguerra, pero habiendo comido mejor (ellos sí, ellos comen). Lástima que nos faltara la visión del macho en la moda de Vittorio & Lucchino, pero no teman. Según dijo un comentarista de Telemadrid: "Son de los diseñadores que aún no han encontrado al hombre, pero les debe de faltar bastante poco". Pero salías del desfile y te daban con todo el antiespasmódico en la cara, y mucha vía rectal y mucho apósito medicamentoso. Y, además, con este sin vivir de esperar a que terminen los Juegos Olímpicos de invierno para que Clinton y sus Oral Office Felatio Boys (quién lo hubiera dicho, Aznar juntándose con Blair; al menos sirve para saber quién es Blair) machaquen al pueblo iraquí haciendo ver que castigan a Sadam Husein. Así que me fui al cine.

Como soy tanguera de nacimiento y por elección, primero me metí una sesión en vena, en casa, de tangos y milongas con letras de Borges bellamente cantados por Juan Sosa, y de poemas recitados con maestría por Héctor Alterio (Melopea Discos: se lo recomiendo). Y en esta disposición fuime a ver la también muy recomendable película Sus ojos se cerraron, de Jaime Chávarri. Lloré y disfruté a modo, con un buen musical llevado con buen pulso, un montón de actores estupendos, y una excelente historia sobre el poder persuasivo de los mitos (en este caso, Gardel) sobre las hipnotizadas masas y las bromas que gasta el destino, una ambientación porteña de lo más ajustada y, last but not least, la impresionante presencia de Aitana, a quien venero.

Mis intentos por huir del ambientazo antivaricoso, resultaron inútiles, pues pronto me encontré consultando la lista de medicamentos excluidos de la Seguridad Social, por si estaban los antialopécicos que se aplica el conde Lequio. Aunque no es probable que él se trate la calvicie por el seguro: su especialidad laboral todavía no cotiza. Y hablando de alopécicos: no se pierdan al tanguicida Julio Iglesias en el reportaje que, en plan Vuelve el Hombre, le ha hecho ¡Hola! durante su visita a "la roca sagrada de los aborígenes anangu, en el desierto australiano, uno de los lugares más mágicos del planeta". Como inevitable consecuencia, Australia ha decidido proclamarse República, e Isabel II está que trina rompiendo los compact del citado elemento.

Y es que no somos nada. Ya lo escribió Borges: "Esa ráfaga, el tango, esa diablura, / los atareados años desafia; / hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / menos que la liviana melodía". Y sin medicamentos ni placebos, ni te cuento, mi amor.