Taxistas
Venían de Madrid procedentes de Bogotá para recoger el Premio Internacional de Periodismo Rey de España. Cogieron un taxi en Barajas y pidieron que les llevaran a Gran Vía, 32, un trayecto que quienes trabajamos por allí hemos hecho mil veces. En hora punta, esa carrera nunca cuesta más de 2.000 o 2.200 pesetas a lo sumo. A ellos les cobraron 11.000.Colombia entera sabe ya que en el aeropuerto de Madrid hay taxistas que estafan a los de fuera. No es un caso aislado, testimonios como el suyo están a la orden del día entre los turistas y hombres de negocio que nos visitan corriendo la voz de lo que aquí acontece por todo el mundo.
Son muchos, además, los madrileños que se han sentido esquivados o incluso rechazados cuando trataban de coger un taxi por el desaforado apego hacia los extranjeros, a los que resulta fácil dar el palo. Lo hacen con tanto descaro que algunos clientes han sido incluso abroncados o expulsados del vehículo por ser españoles y no las víctimas propiciatorias que ellos pretendían. Cuentan los propios taxistas que hay un grupo nutrido de colegas operando en Barajas constituido en auténtica mafia. Su escenario preferente es la terminal internacional del aeropuerto, y son tipos que hacen el día con cuatro o cinco carreras. Allí se pasan las horas muertas jugándose hasta la licencia en las timbas que montan en la zona de espera. Controlan esa terminal hasta tal punto que muchos taxistas han renunciado a trabajarla por temor a sus amenazas y comportamientos violentos.
La piratería generalizada en el aeropuerto es precisamente la que ha propiciado en los últimos años la aparición de una modalidad de transporte que perjudica enormemente al taxi. Se trata de la utilización de furgonetas y minubuses de los hoteles para recoger o llevar a sus clientes a Barajas y que los hosteleros y agencias de viaje justifican por las continuas quejas que reciben del taxi por parte de los turistas. Romper esa situación escandalosa y denigrante para el sector es lo que se pretende con el aparcamiento de taxis que terminó de construirse el pasado verano en el aeropuerto. Fue la solución que acordaron entre el Ayuntamiento de Madrid, Aeropuertos Nacionales y las tres organizaciones más representativas del taxi. Aena pagaba los 450 millones que costaron las obras a cambio del compromiso de los representantes de los taxistas de gestionar ese parking y cobrar un canon que asegurara su mantenimiento. Las luchas intestinas y los recelos entre organizaciones profesionales habían impedido hasta ahora explotar ese aparcamiento, que permite ordenar convenientemente su actividad en el aeropuerto y dosificar el reparto de vehículos a las distintas terminales reventando a los mafiosos el negocio de los extranjeros.
Por ser para muchos foráneos la puerta de Madrid y en consecuencia, la primera y última impresión que se llevan de una ciudad, lo de Barajas es lo más urgente de resolver, pero el aeropuerto debería ser sólo el principio para dignificar el taxi en nuestra capital. El próximo mes de mayo entrará en vigor la tarjeta profesional, con la que se pretende expulsar del sector a los llamados intrusos. Con la misma firmeza deberían sacar de la circulación a los que emplean taxímetros trucados, una práctica tan extendida que obliga a revisar, como en los surtidores de gasolina, los sistemas de inspección. Tampoco es de recibo la utilización frecuente de vehículos sucios, cochambrosos o destartalados y que tienen la misma tarifa que un Mercedes impecable con aire acondicionado. Un servicio público como éste debe exigir además un trato correcto y educado a sus profesionales, un comportamiento decoroso que no permita ponerse al volante en bermudas y alpargatas o fumarse un puro dentro del vehículo. El taxi padece problemas muy serios que obligan a trabajar 12 horas al día para ganar un sueldo digno, problemas que el Ayuntamiento ha dejado engordar por desidia y que tiene la obligación de procurar resolver. Por su parte, los taxistas han de adquirir el compromiso de acometer un proceso riguroso de profesionalización que permita echar del sector a los que desprestigian el taxi. No pagarían así justos por pecadores.
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