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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tiempo de diplomacia

ESTADOS UNIDOS está acumulando fuerza aérea y naval en la zona del golfo Pérsico y en Kuwait a un ritmo tan acelerado que parece dar por hecho un inminente ataque sobre Irak. Ayer envió otros 49 aviones, 19 de ellos de combate. Sin embargo, algunos países aliados -entre ellos, alguno tan significado como Arabia Saudi, que ha negado la utilización de sus bases para el ataque- se resisten a considerar que el uso de la fuerza militar sea el procedimiento adecuado en este momento. En esta crisis, que se acelera conforme pasan los días, confluye la velocidad de despliegue de las fuerzas militares estadounidenses con un similar activismo diplomático. La gira de la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, no resultó muy afortunada; la de William Cohen, secretario de Defensa, al menos ha conseguido el apoyo público de Alemania.La diplomacia estadounidense, trabajando contra el reloj que marca su propia acumulación de efectivos militares, no pregunta la opinión de sus aliados, sino que se limita a explicar y suscitar el apoyo a su política. Tal actitud ha situado en una posición delicada a buena parte de los países del Golfo. Perciben claramente que Washington puede tener una idea sobre cómo acabar diplomáticamente o empezar militarmente, pero no sobre qué debe hacerse después. La posición de Estados Unidos ganaría en autoridad, legitimidad y credibilidad si se explicara públicamente lo que se conoce sobre la supuesta posesión de armas de destrucción masiva, o de sus medios para fabricarlas y lanzarlas, por parte de Irak. Aunque es mucha la confusión por parte de Estados Unidos y de los informes de las inspecciones del comité de expertos de Naciones Unidas para el desarme de Irak, las cifras que se barajan para los misiles iraquíes Scud varían entre 25 y 75.

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Quizá la acumulación de medios bélicos norteamericanos sea desproporcionada con los fines anunciados: tres grupos de portaaviones y la gigantesca movilización en su derredor, a los que se suma otro británico, como elementos fundamentales. Todo ello es más que suficiente -overkill, como lo llama la terminología militar estadounidense- para bombardear casi lo que sea, aunque de esa manera no se conseguirá destruir las armas químicas o bacteniológicas -nucleares parece que no tiene- de Sadam Hussein.

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Mientras tanto, fiel a su manera de actuar en crisis anteriores, el déspota iraquí sigue jugando con el mundo, al borde del precipicio. El suyo es un juego peligroso, sobre todo para el pueblo de Irak. Hace un gesto al liberar a presos árabes, avanza un paso en materia de inspecciones, luego otro. Acepta abrir unos palacios presidenciales a las inspecciones de la ONU, luego otros más pero no del todo. Sabe que tales gestos no son suficientes para cumplir las resoluciones de la ONU -que impone inspecciones "sin límite"- ni las exigencias de Estados Unidos.

Sadam está intentado aprovechar las divisiones que detectó hace semanas en el Consejo de Seguridad de la ONU, que le impulsaron a entorpecer las inspecciones, y que ahora vuelven a resurgir. China y Rusia se oponen a una operación militar, mientras Moscú intenta ganar peso internacional situándose como mediador. Francia juega a lo mismo. Londres, con Blair en Washington, se ha puesto firmemente de parte de Clinton. En estas circunstancias es difícil que una nueva resolución del Consejo de Seguridad autorice el uso de la fuerza. Sin embargo, sería absolutamente necesaria, e incluso podría contribuir a una salida diplomática, que aún es el gran objetivo. La hora de la diplomacia es ésta, pero puede agotarse pronto, como ya ha avisado Clinton.

La estabilidad de toda la región es lo que nuevamente está en juego. Y probablemente quien más satisfecho puede estar con la situación es el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Si antes no ha cedido, la actual crisis le garantiza aún más que no tendrá que ceder. Lo más es la oferta que ha hecho de una Palestina troceada en tres y maniatada. La llamada de socorro a Europa que ha lanzado Arafat en Madrid es un claro signo de desesperación, porque en estos momentos Europa parece no existir.

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