Cine y respeto al cliente
Porque me gusta ir al cine y porque me gusta el cine... ¡voy a tener que dejarlo! Un cerro de pesetas dan derecho a un masoquismo espectacular. Haga frío o llueva, con las entradas ya en la mano, me obligan a hacer fila al raso hasta después de la salida -por la puerta de atrás, sin derecho ya a aseo- del turno anterior. Las localidades sin numerar y la carencia de personal de sala dificultan el acceso a los rincones que otros clientes más veloces despreciaron, allá, lejos del pasillo único. Quedo abandonado en un espacio que no es lo que se entendía como sala de proyecciones ni platea, y cuyo tamaño determina las ralas dimensiones de la pantallita y un sonido que no hace honor a las tecnologías al uso.Añoro el ambigú obsoleto, con sus lunas; el servicio de acomodadores, las salas monumentales, sus pasillos generosos y ¡seguros!; el sensourund, el sonido cuadrafónico, el estereofónico..., el cinemascope... Añoro y reclamo el respeto al cliente que nos escatima este asco de modelo empresarial eficientista y egoísta, voraz y obseso, cuyo único dios es el mayor beneficio de las sagradas multinacionales.
Se apaga la luz y... a disfrutar, en cuanto al vecino se le acaben los ruidos del descomunal pilón de palomitas que la misma empresa puso en sus manos y mis oídos.-