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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El fenómeno de las sectas

En los últimos veinte años nuestra sociedad ha asistido como espectadora al desenlace fatal al que pueden ser llevados los miembros de las llamadas "sectas destructivas". Desde 1978 hasta 1997 más de mil personas han sucumbido esperando un futuro inmediato y utópico. ¿Cuántas muertes, cuántos abusos de menores, cuánto fraude y engaño deben tener lugar para que comprendamos lo sensible, frágil y manipulable que es la voluntad humana ante este tipo de líderes e influencias?Lamentablemente, la alarma social ante el fenómeno de las sectas sólo salta cuando sucede este tipo de acontecimientos, para apagarse posteriormente y apartar el problema a un lado.

En Tenerife, la policía llegó a tiempo de evitar la muerte de una treintena de fanáticos manipulados. Mi pregunta es: ¿qué tiene que suceder para que realmente nos propongamos intentar acabar con este grave problema, que en España afecta a más de 200.000 personas?

Sin ser nuevos inquisidores, el Estado debe tratar de regular y solucionar, en la medida de lo posible, la situación. En 1989 se creó una comisión para el estudio y repercusión de las sectas en España; sus conclusiones fueron publicadas en el BOC número 147, de 10 de marzo de 1989. Muchas son las sectas que, desde aquellas fechas hasta nuestros días, figuran registradas como entidades culturales, benéficas y religiosas. ¿Acaso no es posible vigilar administrativamente todo esto? ¿Dónde están la "información" y "difusión" a las que se hace referencia en las mencionadas conclusiones?

Sin duda, el problema es preocupante, ¿quién sabe si a lo mejor mañana nos afecta de una forma más directa, en nuestros hijos, o quizá en nosotros mismos?

A modo de consejo: ante cualquier sospecha, buscar información en las asociaciones de ayuda (privadas) que hay en nuestro país sería lo más aconsejable.

Sin duda, éste es el riesgo que se corre en los países donde, gracias a Dios, disfrutamos de libertad religiosa. No todo pueden ser ventajas- .

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