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Nochebuena lejos de casa

Los inmigrantes intentan reproducir en Madrid las tradiciones festivas de su tierra

"Un trocito de cielo y un sol de verdad" son los regalos que Brenda, una preciosa niña dominicana de cuatro años, le pedirá esta noche a Papá Noel. El dominicano es uno de los colectivos de inmigrantes que más ha crecido en la Comunidad, junto al de marroquíes, polacos, rumanos y búlgaros, según el censo regional. EL PAÍS ha compartido las horas previas a la Nochebuena con algunas familias de estas nacionalidades. Han tratado de ser fieles a sus costumbres, pero no han podido evitar que recetas del foro se cuelen en sus guisos y que sus hijos escriban a los Reyes Magos. Todos compartirán un sentimiento: la nostalgia.Pimientos peruanos picantes, mojo criollo, gandules (una especie de lenteja verde indispensable en la dieta dominicana), dulce de leche, amarindos, cascos de guayaba, hojas de plátano para hacer tamales (tortas típicas de Colombia y Perú) e imágenes de santería. No hace falta viajar a Iberoamérica para comprar estos productos. Basta ir al barrio de Alvarado, el pequeño Santo Domingo madrileño. Es la víspera de Nochebuena, y el local Remesas Latinoamericanas, un colmado situado en la calle de Juan Pantoja, está lleno a rebosar. Es la primera tienda especializada en alimentos latinoamericanos que abrió en la capital, en 1994.

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PASA A LA PÁGINA 5

Los polacos compran en un mercadillo propio

VIENE DE LA PÁGINA 1Los dueños de Remesas Latinoamericanas son Marcos y Dulce, un matrimonio con tres hijos que lleva siete años en Madrid. Dulce lo tiene claro: "El negocio marcha bien pero yo no; algún día le darán por saco a todo esto y me iré para allá". Pero no deja de sonreír mientras describe su menú de Nochebuena: lechoncito asado, ensaladilla rusa, arroz blanco, quipes (trigo húmedo relleno con carne de cerdo) y pastelitos salados.

Hasta este colmado se acercan a comprar Pablo y Mila, los padres de la pequeña Brenda, dueños del bar El Recanto, en la calle de Anastasio Aroca. El local está adornado con luces y árbol navideño. No es como estar en el Caribe, pero esta noche habrá alegría, música, buena comida y baile hasta que el cuerpo aguante. Echarán al cierre a las diez de la noche y reabrirán al público a las doce. Se juntarán una veintena de compatriotas que bailarán Noche de paz a ritmo de merengue, algo que sólo los caribeños se atreven a hacer. Mila tiene ya listo el menú de Nochebuena: el plato principal será pavo relleno de carne con escabeche de cebolla, pimiento, ajo, sopita (avecrem) y orégano. No habrá champaña en sus copas, sino ron y vinos dulces de su tierra.

Lo que más le gusta a Rafa, un espabilado muchacho polaco de ocho años, de las navidades españolas son los Reyes Magos. Papá Noel, según la costumbre polaca, le entregó los regalos el pasado 6 de diciembre y ahora espera la visita de los Reyes. Su padre, Thomas, un abogado que trabaja como instalador de gas, le mira resignado ante el desastre económico que se le avecina.

Ambos han venido a comprar productos polacos al único sitio donde pueden encontrarlos en todo Madrid: un mercado frente al metro de Aluche que se instala los, domingos, desde hace dos años. No sólo es un lugar para comprar, también organizan viajes, se envían paquetes y se puede apalabrar un trabajo. No hay tenderetes, sino una treintena de furgonetas que llegan todas las semanas cargadas desde distintas regiones de Polonia.

Los polacos, al menos los católicos, no comen carne el día de Nochebuena. Tampoco marisco. La tradición les obliga a preparar 12 platos en los que no puede faltar la carpa y la sopa de remolacha. La bebida típica de las fiestas es "la vodka blanca", según la describen.

Esta noche, Thomas repartirá entre su familia pan ácimo consagrado que le han enviado desde Polonia, y cada uno de los miembros pedirá un deseo para el que tiene al lado. También habrá una silla libre en la mesa, como en todas las casas polacas, por si alguien se presenta de improviso.

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