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Borís Yeltsin nombra un tercer ministro de privatizaciones en sólo cuatro meses

De momento, no se conocen aficiones literarias a Faziz Gazizulin, que acaba de ser nombrado por el presidente ruso, Borís Yelsin, viceprimer ministro encargado de las privatizaciones. Es el tercero en cuatro meses. Los dos anteriores, Alfred Koj y Maxim Boiko, fueron destituidos después de que se hiciera público que cobraron cantidades astronómicas, e inexplicables desde el punto de vista de la oferta y la demanda, como adelanto por libros -no está muy claro si supuestos o reales-, dedicados precisamente al polémico asunto de su competencia.Gazizulin era hasta ahora el número dos del ministerio, pero no parece que haya sospechas de que haya estado envuelto en lo que se conoce en Rusia como la unión de escritores, es decir, el grupo de cinco autores del último de estos libros, famosos incluso antes de publicarse. De los otros cuatro, sólo uno, el vicejefe de Gobierno Anatoli Chubáis, sigue en el Gobierno, aunque fue despojado por Yeltsin de la influyente cartera de Finanzas.

El nuevo ministro tiene ante sí una ardua tarea. Los planes del Gobierno prevén que los ingresos por privatizaciones en 1997 alcancen los 5.000 millones de dólares (unos 750.000 millones de pesetas). Esta cifra, sin embargo, se antoja un tanto exagerada si se tiene en cuenta que sólo hay una auténtica joya de la corona en la lista de empresas que saldrán a subasta para inyectar un poco de liquidez en las depauperadas arcas del Estado: el gigante petrolero Rosneft.

Chubáis ha anunciado que las condiciones de esta privatización se harán públicas antes de fin de año. Importantes grupos financieros e industriales pujan por la compañía, que muy probablemente se convierta en el centro, de una batalla tan política como económica.

Esta privatización se plantea cuando se ve alguna tenue luz al final del túnel de la economía rusa, se pronostica que en 1998 comenzará la recuperación (tras seis años de caída) y se cuenta con una actitud más favorable de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora dispuestas a echar mano de la cartera para evitar el desplome ruso.

Rebaja de calificación

Sin embargo, la agencia de calificación financiera internacional Standard & Poor's acaba de lanzar un jarro de agua fría sobre este frágil optimismo, al reducir las perspectivas del crédito ruso de "estables" a "negativas". Una decisión inesperada que, el pasado viernes, provocó una caída de más del 6% en la Bolsa de Moscú, que se estaba recuperando todavía del susto de semanas antes que amenazó al rublo, a las reservas de divisas y a la continuidad dé las inversiones extranjeras.Además, el dinero exterior ha cogido miedo. Se calcula que en el último mes salieron del país unos 5.000 millones de dólares, y no sólo por efecto de la tormenta financiera. También porque se sigue sin confiar en el marco legal y en la seguridad de las inversiones, que con frecuencia tienen que pasar por el aro de pagar protección al crimen organizado.

Para desvanecer este temor, Anatoli Kovaliov, jefe del Servicio Federal de Seguridad, heredero de la siniestra KGB, acaba de anunciar que se ha creado una división en el organismo para proteger las inversiones extranjeras y a quienes las gestionen en Rusia.

Se trata de una "garantía de la seguridad personal y del negocio", añadió, que sólo pone una condición: que los programas deben formalizarse con un acuerdo a nivel como mínimo de jefes de Gobierno. Esta garantía anti-Mafia, cree Anatoli Kovaliov, puede afectar a inversiones por importe de unos 100.000 millones de dólares (unos 15 billones de pesetas).

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