Yate
Un punto clave que marcó la decadencia moral y política de Felipe González fue su patente insensibilidad al utilizar (con pretextos que no habían cegado ni a Suárez ni a Calvo Sotelo) el yate de Franco, el Azor. Mucho más ostentosos que los más insultantes Cadillac de ciertos autócratas jeques del petróleo, yates así simbolizan y ayudan a mantener una imagen de jefes aislados de sus pueblos, representantes que no lo representan, sino que, aves rapaces como el azor, aprovechan su cargo para apoderarse de todo.En sentido contrario, y con mucha sensatez, el rey Juan Carlos no sólo rechazó utilizar el Azor, sino también -para mejor mantener a flote con dignidad su cargo- otros regalos envenados, otros yates que le fueron ofrecidos por potencias extranjeras o potentados españoles con fines demasiado obvios. De ahí que ahora sólo puedan estar contentos los antimonárquicos ante los rumores de que se va a sustituir el yate real por otro nuevo.
No parece que la mayor madurez de los tiempos haga aconsejable otro yate; y la (mayor) madurez del Monarca hace cada vez más desaconsejable su participación en deportes de riesgo o -por ésa y otras razones- en deportes competitivos. Además de los elevadísimos costes que implica un yate así, incluida su vigilancia, está la seguridad personal del Rey -recordemos el caso ETA-, e incluso, para quien sepa mirar lejos, de su seguridad profesional y de la monarquía. Los cargos tienen, deben tener, sus cargas.-
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