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Tribuna:EL FUNCIONAMIENTO DE LA JUSTICIA
Tribuna
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El sistema de jurado y Louise Woodward

El autor de este artículo, a raíz de la condena emitída por un jurado para una niñera británica en Estados Unidos, defiende la necesidad de aplicar una gran reforma.

El caso de la niñera británica acusada de asesinar a un bebé de ocho meses en Massachusetts ha vuelto a plantear la perenne pregunta sobre la capacidad de los jurados para hacer justicia, cuando una parte esencial de las pruebas son muestras científicas que los legos no son capaces de interpretar adecuadamente por sí mismos. Vi, aproximadamente, la mitad de las declaraciones en televisión por, satélite y las alegaciones completas de la acusación y la defensa, además de la exposición del juez al jurado. En mi opinión, tanto el juez como el jurado actuaron con un admirable sentido de la responsabilidad, un notable contraste con el caso Simpson hace dos años. Peto por esa misma razón, el resultado -primero una convicción por asesinato, y más tarde una reducción a homicidio involuntario- ilustra algunos problemas muy difíciles que presenta el sistema anglosajón de justicia.Louise Woodward, sola, tenía que ocuparse todo el día de un niño de dos años y del hermano de éste, un bebé de ocho meses. Hacia media tarde, el bebé mostró síntomas que hicieron que Louise tratara de localizar a ambos progenitores por teléfono, en los hospitales donde tanto el padre como la madre son médicos de plantilla. Incapaz de contactar a los padres, llamó al número de urgencias de la policía. Mientras, una ambulancia llevaba a toda prisa al bebé al Hospital Infantil de Boston, la canguro dijo a la policía que había "zarandeado" al bebé y había sido un poco "brusca" con él.

El bebé murió cinco días más tarde y Woodward fue acusada de asesinato en primer grado, es decir, intencionado y cruel. Dejando a un lado las tensiones personales y sociales entre Louise y sus jefes, quiero centrarme en los testimonios fundamentales escuchados por el jurado. Según los pediatras y traumatólogos que atendieron al bebé en el hospital, éste había sido zarandeado violenta y repetidamente, se había golpeado la cabeza contra una superficie dura y había sufrido una fractura de cráneo de cinco centímetros con el resultado de una hemorragia generalizada y una inflamación del tejido cerebral dañado. Estos médicos estaban seguros de que aquellas heridas de importancia tenían que haberse producido aproximadamente una hora antes de que se llevara al bebé al hospital.

Los especialistas llamados a declarar por la defensa no habían tratado personalmente al bebé. Pero eran pediatras y traumatólogos de prestigio internacional con décadas de experiencia, en hospitales y cientos de publicaciones científicas en sus campos de especialización. Ante el tribunal, analizaron las pruebas por medio de fotos ampliadas, placas de rayos X, diapositivas de tejidos e informes de los esfuerzos quirúrgicos desesperados que se habían hecho para salvar al bebé.

En su opinión, nadie había zarandeado al bebé ni golpeado su cabeza contra una superficie dura. Atribuían la hemorragia y los daños en los tejidos a una lesión que debía de haberse producido semanas antes y que había empezado a sangrar de nuevo. La acusada declaró sobre la extrema irritabilidad y la posterior impasibilidad del bebé durante las horas. que precedieron a su llamada a la ambulancia de la policía. La defensa atribuyó estos síntomas a la reactivación de la supuesta lesión anterior. Nadie ofreció ninguna explicación plausible sobre cómo era posible que una herida craneal anterior no hubiera presentado síntomas externos en las semanas transcurridas.

Dejando a un lado el rompecabezas de cómo unos médicos responsables podían ofrecer interpretaciones tan diametralmente opuestas de las mismas pruebas biológicas, voy a seguir centrándome en el comportamiento del juez y los jurados. En su exposición al jurado, el juez Zobel realizó definiciones magistrales de las diferencias entre asesinato en primero y segundo grados, los dos posibles veredictos de culpabilidad sobre los que podían tomar una decisión. Definió también en detalle, por medio de ejemplos no relacionados con el caso que nos ocupa, el significado de "duda razonable". Les recordó también repetidas veces que no se trataba de decidir cuál de las partes había efectuado una mejor presentación retórica.. Que su misión era, decidir, basándose en Ios testimonios y las pruebas, si la acusada era culpable, fuera de toda duda, de asesinato intencionado.

El juez dio un paso esencial más. Preguntó a la acusada en juicio abierto si le gustaría que el jurado decidiera sobre la acusación de grado menor de homicidio, y ella rechazó esa posibilidad, estableciendo con ello la necesidad de que juez y jurado tuvieran. en consideración únicamente el cargo de asesinato. El jurado deliberó durante casi tres días, y solicitó en varias ocasiones, copias de fotos y fragmentos de las declaraciones cruciales. Luego emitió un veredicto de culpabilidad de asesinato en segundo grado (menos abominable en cuanto a los motivos), que exige una sentencia mínima irreversible de 15 años.

La defensa quedó estupefacta. Habían confiado en la teoría de la lesión anterior para crear al menos una duda razonable, si no el convencimiento de la total inocencia de la muchacha. La opinión pública británica se sintió ultrajada (al menos su segmento verbal) y a muchos norteamericanos les pareció que una sentencia irremisible de 15 años era terriblemente severa. Limitándome a la conducta del juez y del jurado, creo que su comportamiento general hizo honor al sistema del jurado. Una vez expresado el veredicto, los jurados señalaron que dado que la única opinión era una condena por asesinato o una absolución, habían hallado pruebas abrumadoras de que el bebé había sido tratado violentamente en un momento en que ninguna persona excepto la acusada podía haber cometido la violencia que condujo a la muerte. Pero habrían preferido haber dispuesto de la posibilidad legal de condenarla por homicidio, y no apreciaron premeditación consciente en su acto.

Diez días más tarde, el 10 de noviembre, el juez Zobel ejerció la discrecionalidad de que disponen todavía los jueces norteamericanos, pero no los británicos, para reducir el cargo, en este caso de asesinato, en segundo grado a homicidio involuntario. En su decisión utilizó las palabras confusión, inexperiencia, frustración, irá, pero no premeditación, para caracterizar el comportamiento de Louise el día de autos. Luego, tras alegar que la compasión no atenúa el oprobio, la condenó a los 279 días que ya ha cumplido desde su detención, y la puso efectivamente en libertad a partir de aquel día.

Para mí, como observador frecuente de juicios. y lector de manuscritos procesales, se precisa una, gran reforma, tanto en bien de los jueces como de los jurados. Las pruebas, científicas manejadas sólo por testigos contrarios, independientemente de lo grande que sea su prestigio, de lo numerosas que sean sus publicaciones y de lo exhaustivos que sean los interrogatorios, son totalmente inadecuadas para las necesidades de la justicia. Necesitamos un cuerpo de expertos, de ombudsmen sin ningún tipo de vínculos ni con la acusación ni con la defensa, cuyo cometido sea ayudar al juez y al jurado a interpretar pruebas científicas arcanas. Pero en el caso que nos ocupa, tanto el juez como los jurados demostraron lo que unos seres humanos decentes y responsables pueden hacer bajo el sistema del jurado.

Gabriel Jackson es historiador.

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