_
_
_
_
_
CON LA VISTA PUESTA EN FRANCIA 98

Un mal final para un buen principio

Rumania aprovechó el bajón final de España para dejar en nada su magistral primera hora de juego

Ramon Besa

Quedó España a mitad de camino. Quizás porque jugó siempre sin medio campo. Empezó corriendo y acabó paseando en la isla de la calma. Hubo dos partidos en uno. El primero fue trepidante: jugó e grupo de Clemente a la contra, veloz, hasta atropellar a Rumania. El segundo resultó somnoliento: perdió la pelota, se quedó fundido y Rumania no paró hasta que empató. Restablecido el equilibrio, se acabó el asunto de manera amigable, como exigía el guión entre dos equipos que muestran con orgullo su estadística: lleva España 31 partidos sin perder y los rumanos se han clasificado para el Mundial habiendo cedido sólo un empate en la fase de clasificación.Para el recuerdo quedará un primer tiempo de muy buen ver, puesto que los amistosos se montan para cotejar más que para competir. El seleccionador prueba, visualiza y constata, y el equipo español respondió a las expectativas creadas desde que Clemente dio a conocer la lista de convocados para retar a Rumania de camino hacia Francia.

Más información
La culpa fue de Stelea

Puestos a completar un grupo muy hecho y competitivo, tanto Lardín como Etxeberria se ofrecieron como elementos interesantes para combatir cierta orfandad en el juego de banda, especialmente visible ahora por el mal momento de Amavisca y Manjarín y la soledad de Sergi en el flanco izquierdo. Clemente montó un equipo largo de brazos y piernas, para correr, a partir de un espinazo muy óseo. Renunció al doble pivote, recuperó las dobles parejas por banda (Aguilera-Etxeberria por la derecha y Sergi y Lardín por la izquierda) y redobló la columna vertebral (Nadal-Hierro-Kiko-Alfonso).

Tenía buena pinta el colectivo español frente a la propuesta rumana, un equipo menos sensible, más previsible y siempre muy pendiente de Hagi. No pasa el tiempo para Rumania. Llevan veinte años jugando los mismos y de la misma manera. Toca y toca hasta la divisoria, en espera de la llegada de Hagi, y entonces lanza la contra con una pared, una diagonal o mediante el percutor de Galca.

Rumania se confundió. Llegó a creer que llenaba mejor el medio campo y que España no tenía salida por falta de un medio centro natural. Y se equivocó de largo. Le dio campo al grupo de Clemente para salir a la contra y le sacaron del partido por velocidad. Funcionó la línea de presión española y cada robo de balón fue una contra. El equipo de Clemente abrió la cancha, la pelota anduvo veloz y las llegadas al marco de Stelea se sucedieron. Hasta cinco remates de gol desaprovecharon los españoles.

Tuvo el colectivo español muchos recursos ofensivos: la capacidad de trabajo y rapidez de Lardín y Etxeberria; el juego de espaldas de Kiko y la habilidad de Alfonso. Le faltó sólo pegada. Y aún no había salido Raúl. El madridista dio fe de vida nada más salir del vestuario. Un control suyo habilitó a Etxebarria para que expresara en el marcador la jerarquía española en la cancha. El partido adquirió entonces otro tono. Los cambios alteraron el paisaje inicial y el choque se rompió.

Tuvo más presencia y llegada Rumania ante un contrario que perdió fiabilidad con la entrada de Ríos y la retirada de Hierro, un relevo que acrecentó la inseguridad de Nadal. Hagi dispuso de dos remates francos seguidos y Zubizarreta salvó el empate. Clemente reaccionó retrasando al central del Athletic y poniendo a Amor en medio campo.

Las idas y venidas de jugadores interrumpieron entonces la contienda. Del cambio y corto salió un partido sin hilo conductor, malo, a expensas de la jugada individual. La falta de ritmo, de agresividad y de recompensa desdibujó el choque. Una situación de la que sacó mayor ventaja Rumania, que siempre tuvo más presencia y superioridad numérica en la divisoria. España perdió la pelota, Lardín y Etxeberria acabaron fundidos por el esfuerzo y, sin explosividad, el grupo de Clemente quedó a merced del de Iordanescu hasta que llegó el empate. Y ahí se acabó el partido. La falta de identidad traicionó entonces a España frente a un contrario más mecanizado, con una convocatoria más repetitiva y con un fútbol más mecanizado. El mal final emborronó un buen principio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_