La nueva plaga
El tren arrancó a su hora, 7.30, y me dispuse a descansar. Lo necesitaba. Pero fue imposible. Pronto empezaron a sonar los teléfonos móviles: parecía que competían entre ellos. Unos necesitaban llamar y otros ser llamados. Y eso que el vagón iba medio lleno. Al poco tiempo era irritante tener que enterarme de las conversaciones, trascendentes (que justifican su uso) o no.Reclamo el derecho a la intimidad, y para ello deberían luchar, Renfe en este caso, y, en todos, las asociaciones de consumidores para hacer compatibles la privacidad y el derecho al uso / abuso del móvil. De lo contrario, aseguro tensiones entre los viajeros.
Yo dudo, para luchar entretanto en solitario, entre comprarme un silbato para interpretar la novena sinfonía en el momento en que suene el primer móvil, o ponerme a cantar arias.-