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Área libre de novatadas

A los alumnos del Chaminade les critican otros colegiales por haber erradicado las bromas

Lo que, según las autoridades académicas, debía constituir una regla sacrosanta no pasa de la categoría de honrosa excepción. De entre todos los colegios mayores que funcionan en Madrid, en las inmediaciones de la Ciudad Universitaria, sólo uno puede ufanarse de que las bromas de grueso trazo (unas veces, de mal gusto; en otras ocasiones, sencillamente molestas) han desaparecido de sus habitaciones. Se trata del Chaminade, un centro con 290 residentes que ha empapelado sus tablones de anuncios con una circular, Novatada = desintegración, en la que se deplora "el trato benevolente y ambiguo" de los directores de otros colegios mayores hacia el tema.Negarse a la humillación sistemática de los más jóvenes no es tan sencillo como cabría suponer en un ambiente universitario. Quienes conocen, por propia experiencia, los entresijos de las noches en estos colegios corroboran qué las "bromas" inocentes -o no tanto- siguen siendo "habituales y generalizadas". Oponerse a la "tradición" tiene su coste. Así, los alumnos del Chaminade han sido increpados, en estas primeras semanas del curso, por colegiales respetuosos con la historia que coreaban a las puertas del centro: "Maricón, Chami, maricón", y la aún más inequívoca "Novatadas, sí; derechos humanos, no".

"Somos el patito feo de la zona porque, en este contexto, no se entiende bien nuestra actitud", corrobora el director del Chami, José Ignacio Gautier. Pero él se mantiene firme: "no hay nada de actividad participativa" en estas burlas, como sostienen sus apologistas, "sino situación intolerable de privilegio y dominio". Y teoriza: "La novatada es el ritual de obedecer como un sumiso y mandar como un autoritario. Es una actitud que existe, igual que existe el machismo".

El tema volvió a la actualidad la semana pasada. Un joven del colegio Barberán desveló, desde el anonimato, que le obligaban a meter la cabeza en el retrete, tocar el agua con la boca y repetir: "Soy una mierda". La Complutense ha abierto dos líneas telefónicas (394 12 68 / 70) para que se denuncien hechos como éstos, pero el miedo a las represalias pesa más que cualquier otra cosa: nadie marca esos números. E incordios como obligar a los novatos a mantener abiertas sus puertas por la noche -aunque luego no pase nada; o sí- se asumen como "inevitables".

¿Cómo acabar con un problema tan enquistado? "Propiciando el debate", sugiere Gautier. "Esos episodios desaparecen en el momento en que veteranos y nuevos hablan de ello cara a cara, como sucedió aquí por primera vez hace 14 años". Es la línea que ha abrazado su homólogo del Loyola, Francisco Javier Bermejo, el único que ha admitido abiertamente estos días que en su centro pervive "alguna conducta de naturaleza atávica". "A otros directores", concluye Gautier, "les asusta reconocer el problema, seguramente porque intuyen que su solución puede complicarles la vida".

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